Existe una relación directa entre la inversión de un país en investigación, desarrollo e innovación tecnológica (I+D+I) y su situación económica, de hecho, la comparación de la inversión en I+D+I entre los distintos países de Europa sirve como ejemplo de esta aseveración.
Esta relación no es casual, invertir en I+D+I permite diversificar la economía, alcanzar ventajas competitivas en distintas áreas económicas y permite a un país abandonar su dependencia de un tipo de industria específico. En el caso de España cuyas dos grandes “industrias” son el Turismo y la Construcción, esta necesidad de diversificar es más que evidente.
Bastó una crisis internacional para que el efecto de la contracción del crédito sumado a la contracción en el sector del turismo disparara el desempleo a niveles históricos. Esto nos indica que necesariamente España ha de desarrollar aquellos sectores económicos que en razón de su escaso crecimiento no presentaban un impacto significativo en la creación de empleo.
Si se realizara una significativa inversión en sectores como el de las energías limpias renovables, la biotecnología, salud, comunicaciones, nanotecnología, etc., podría desarrollarse un nuevo tejido industrial mucho más preparado para enfrentarse a estas periódicas crisis del sistema que tanto afectan hoy día a las economías menos diversificadas.
El bienestar económico de España no puede depender de dos “Industrias”, ser un país fuerte y desarrollado requiere tener más de dos áreas industriales fuertes y desarrolladas ya que ello conlleva a una mayor estabilidad del empleo, una mayor estabilidad fiscal, una mayor estabilidad económica en general.
Sumado y como corolario, podemos ver que países como Finlandia comenzaron a mejorar su situación económica al destinar cada vez mayores porcentajes de su PIB a la actividad de I+D+I, es imposible no ver esta relación. Si hiciésemos un cuadro con el nivel de inversión en I+D+I con todos los países del mundo veríamos que su posición en este cuadro se correspondería con la posición que ocupa su economía entre las demás economías mundiales.
Por supuesto, no ha de esperarse que el resultado de una mayor inversión en I+D+I sea inmediata, si España duplicase hoy el porcentaje del PIB que destina a I+D+I no implicaría que el próximo año se hubiese conseguido desarrollar un tejido industrial poderoso. Pero realizando ese esfuerzo y contando con un plan a largo plazo se obtendría, al fin, un país verdaderamente desarrollado con la capacidad competitiva suficiente como para enfrentarse en igualdad de condiciones con los países que actualmente ocupan los primeros puestos en cuanto a nuevas tecnologías.
Por el contrario, reducir la inversión en I+D+I conlleva no el riesgo sino la seguridad de retroceder en cuanto al nivel de desarrollo retrasándose a puestos inferiores con respecto a las demás naciones europeas y los EE.UU.
Entonces, la necesidad de oponerse al recorte presupuestario en I+D+I no es un capricho, ni un deseo romántico, ni una posición meramente intelectual sino una imperiosa necesidad si se desea alcanzar un grado de crecimiento económico sostenible y continuado a través del desarrollo de nuevos mercados y de la consolidación de los distintos sectores industriales, solo posible a través de la diversificación de estos sectores.
Al mismo tiempo, apoyar la inversión en I+D+I conlleva la necesidad de invertir en Educación, mejorando los planes de estudio para que la nueva generación pueda enfrentarse con solvencia a las necesidades de mano de obra especializada que presentarán las nuevas industrias.
Por otra parte, si consideramos los gastos (no inversiones, sino gastos) superfluos que realiza el Estado en la actualidad y que NO ha recortado como, por ejemplo, destinar parte de la recaudación fiscal a sostener distintas religiones y cultos, construir estadios de fútbol o consideramos las ayudas destinadas a sostener a las distintas entidades financieras que se vieron comprometidas durante la presente crisis económica, veremos que existe una tendencia a confundir lo urgente con lo importante y lo superfluo con necesidad.
Sin embargo, hemos de reconocer que la necesidad de invertir en I+D+I es urgente a la vez que importante, no es superflua y sí necesaria. Es ahora cuando el Estado español debería apostar a futuro y destinar una mayor partida presupuestaria en esta área en beneficio de la economía del país. Es ahora cuando el Estado español ha de reconocer que no ha hecho el esfuerzo necesario en I+D+I y que esa, y no otra, es la causa del fortísimo impacto que la crisis ha tenido en la sociedad, que esa es la causa de que en pleno siglo XXI el Estado español siga dependiendo para su salud económica del sector del turismo y del sector de la construcción.
Inexorablemente, la salud de la economía española exige que se desarrollen nuevos sectores industriales en lo posible no dependientes entre sí que generen a su vez empresas satélites que provean a sus necesidades y esto solo se conseguirá investigando, desarrollando e innovando para producir, trabajar y competir.
Esta relación no es casual, invertir en I+D+I permite diversificar la economía, alcanzar ventajas competitivas en distintas áreas económicas y permite a un país abandonar su dependencia de un tipo de industria específico. En el caso de España cuyas dos grandes “industrias” son el Turismo y la Construcción, esta necesidad de diversificar es más que evidente.
Bastó una crisis internacional para que el efecto de la contracción del crédito sumado a la contracción en el sector del turismo disparara el desempleo a niveles históricos. Esto nos indica que necesariamente España ha de desarrollar aquellos sectores económicos que en razón de su escaso crecimiento no presentaban un impacto significativo en la creación de empleo.
Si se realizara una significativa inversión en sectores como el de las energías limpias renovables, la biotecnología, salud, comunicaciones, nanotecnología, etc., podría desarrollarse un nuevo tejido industrial mucho más preparado para enfrentarse a estas periódicas crisis del sistema que tanto afectan hoy día a las economías menos diversificadas.
El bienestar económico de España no puede depender de dos “Industrias”, ser un país fuerte y desarrollado requiere tener más de dos áreas industriales fuertes y desarrolladas ya que ello conlleva a una mayor estabilidad del empleo, una mayor estabilidad fiscal, una mayor estabilidad económica en general.
Sumado y como corolario, podemos ver que países como Finlandia comenzaron a mejorar su situación económica al destinar cada vez mayores porcentajes de su PIB a la actividad de I+D+I, es imposible no ver esta relación. Si hiciésemos un cuadro con el nivel de inversión en I+D+I con todos los países del mundo veríamos que su posición en este cuadro se correspondería con la posición que ocupa su economía entre las demás economías mundiales.
Por supuesto, no ha de esperarse que el resultado de una mayor inversión en I+D+I sea inmediata, si España duplicase hoy el porcentaje del PIB que destina a I+D+I no implicaría que el próximo año se hubiese conseguido desarrollar un tejido industrial poderoso. Pero realizando ese esfuerzo y contando con un plan a largo plazo se obtendría, al fin, un país verdaderamente desarrollado con la capacidad competitiva suficiente como para enfrentarse en igualdad de condiciones con los países que actualmente ocupan los primeros puestos en cuanto a nuevas tecnologías.
Por el contrario, reducir la inversión en I+D+I conlleva no el riesgo sino la seguridad de retroceder en cuanto al nivel de desarrollo retrasándose a puestos inferiores con respecto a las demás naciones europeas y los EE.UU.
Entonces, la necesidad de oponerse al recorte presupuestario en I+D+I no es un capricho, ni un deseo romántico, ni una posición meramente intelectual sino una imperiosa necesidad si se desea alcanzar un grado de crecimiento económico sostenible y continuado a través del desarrollo de nuevos mercados y de la consolidación de los distintos sectores industriales, solo posible a través de la diversificación de estos sectores.
Al mismo tiempo, apoyar la inversión en I+D+I conlleva la necesidad de invertir en Educación, mejorando los planes de estudio para que la nueva generación pueda enfrentarse con solvencia a las necesidades de mano de obra especializada que presentarán las nuevas industrias.
Por otra parte, si consideramos los gastos (no inversiones, sino gastos) superfluos que realiza el Estado en la actualidad y que NO ha recortado como, por ejemplo, destinar parte de la recaudación fiscal a sostener distintas religiones y cultos, construir estadios de fútbol o consideramos las ayudas destinadas a sostener a las distintas entidades financieras que se vieron comprometidas durante la presente crisis económica, veremos que existe una tendencia a confundir lo urgente con lo importante y lo superfluo con necesidad.
Sin embargo, hemos de reconocer que la necesidad de invertir en I+D+I es urgente a la vez que importante, no es superflua y sí necesaria. Es ahora cuando el Estado español debería apostar a futuro y destinar una mayor partida presupuestaria en esta área en beneficio de la economía del país. Es ahora cuando el Estado español ha de reconocer que no ha hecho el esfuerzo necesario en I+D+I y que esa, y no otra, es la causa del fortísimo impacto que la crisis ha tenido en la sociedad, que esa es la causa de que en pleno siglo XXI el Estado español siga dependiendo para su salud económica del sector del turismo y del sector de la construcción.
Inexorablemente, la salud de la economía española exige que se desarrollen nuevos sectores industriales en lo posible no dependientes entre sí que generen a su vez empresas satélites que provean a sus necesidades y esto solo se conseguirá investigando, desarrollando e innovando para producir, trabajar y competir.
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