lunes, 23 de marzo de 2009

de Utopías y otras sandeces por el estilo


Siempre que he dado mi visión de cómo debería ser el mundo mi interlocutor sonríe poro bajo y concluye por decirme “Sí, muy lindo, muy lindo, pero es imposible” ¿Por qué? Porque mis pensamientos e ideas, algunas copiadas de otros, otras que he tenido sin saber que ya existían y, al fin, una o dos originales, pintan eso que suele llamarse “Mundo Utópico”, un mundo sin desigualdades, sin injusticia social, donde todos hacen aquello que desean hacer y, sin embargo, viven dignamente. En mi post anterior (no cometeré la soberbia de llamarlo artículo), sostengo que nos han enseñado desde pequeños que “la competencia es buena” cuando no es así. El instinto de competir es un instinto primitivo y si bien se ha sublimado (le hemos dado otro aspecto) lo seguimos teniendo y nos lleva la idea de qué es lógico que existan mejores y peores cuando en realidad la idea de mejor o peor depende de qué se ha tomado como patrón de medida.

Esto se ve muchas veces en el fútbol, no siempre quien “mejor juega” es quien gana… eso se debe a que cotidianamente no manejamos conceptos como el de eficiencia o eficacia, se puede ser eficiente sin ser eficaz y viceversa (esto lo aprendí en el mundo de los negocios), ser eficiente implica el hacer correctamente las cosas, ser eficaz, por su parte, implica hacer las cosas correctas. La idea de mejor, entonces, sería la de “hacer correctamente las cosas correctas” y eso es lo que todo jefe desea de su empleado.

Ahora ¿Es malo que existan mejores y peores? No, siempre y cuando esto no implique el pretexto para sentar una base de sustento para la desigualdad pero, lamentablemente, a la vez que nos enseñan la idea de competencia nos enseñan que el mejor ha de ser premiado mientras que el peor no” ¿Por qué? Porque en el terreno tantos mejores como peores son necesarios (no se puede competir en soledad) pero, siempre un maldito pero, nos introducen la idea del “premio merecido” como el primer paso para aceptar la idea de que ciertas desigualdades son lógicas. De aquí extraemos dos puntos:

1. Competir es lógico
2. Los mejores serán premiados.

Esto desemboca en la idea de que todos los hombres somos iguales, anuque algunos son menos iguales que otros.

Desengañémonos, todos los seres humanos somos distintos, ni siquiera dos gemelos idénticos son iguales, suelen diferenciarse en su personalidad. Lo que si es cierto es que “todos los seres humanos tenemos los mismos derechos”, derecho a transitar libremente, a trabajar, a comer, a tener un techo donde cobijarnos, a disfrutar de un sistema sanitario eficaz y eficiente pero… lo que son las cosas, en la práctica exigir esto resulta utópico.

¿Por qué? Porque un hombre dirá que trabaja más que otro y por lo tanto “merece” ganar más, esto proviene de la idea de competencia y de premio, si soy mejor merezco un premio. Un gran capitalista dirá “arriesgo mi dinero para generar progreso y, por lo tanto, merezco ganar más”. Soy mejor, denme un premio. El pensamiento en sí resulta lógico, dados los dos axiomas de donde se desprenden, los mejores merecen un premio ¿Pero qué es ser mejor?.

En la antigüedad ser el mejor significaba ser el más fuerte, el más fuerte era el líder, recibía las mejores porciones de comida, comía primero, tenía derecho a las mejores mujeres, en la actualidad hemos cambiado el concepto muy escasamente, hoy día el mejor es quien tiene más poder ya sea porque es presidente, multimillonario o un genio en aquellas cosas que permiten avances que den dinero. Es decir que hemos cambiado la unidad de medida de Kilogramos Fuerza por Euros (o Pesos, o Dólares, etc.) ¿Realmente podemos considerarnos civilizados? Cambiar el factor de medida de poder muscular a poder económico no me parece muy civilizado, estamos premiando, sencillamente, al mejor proveedor pero en el mundo de hoy el mejor proveedor suele ser el más egoísta (recordar que la filantropía puede deducirse de los impuestos), pero en realidad si bien el collar es nuevo, el perro sigue siendo el mismo (Armando Tejada Gómez) .

Toda revolución desembocó en una situación semejante, una clase de mejores que dominaba y vivía del trabajo efectivo de una clase de peores porque, si vamos a decir las cosas de manera descarnada, el conductor de un ferrocarril por mejor que sea y por más vidas que dependan de su habilidad jamás ganará más que un conductor de ferrocarril mediocre porque, y esto duele decirlo, es un “peor” (No tiene poder ni dinero).

Los mejores son aquellos que suman más de 6 ceros en su cuenta corriente, estos son los nuevos imprescindibles aunque nadie dependa de ellos más allá de su familia. Si el dueño de un Banco se muere es sencillamente reemplazado por otro y las cosas siguen funcionando, su poder proviene de su capacidad de hacer dinero, no de su capacidad de respetar la ley, por ejemplo, ni de su capacidad de traer el progreso y el bienestar. Que un Banco traiga una apariencia de progreso y de bienestar general, que las grandes empresas y que los dueños del capital consigan esta sensación de progreso y bienestar es algo totalmente ajeno a sus objetivos, su objetivo principal es hacer dinero, ganar dinero y si pueden vulnerar una ley, el sentido de una ley, sin salirse de la ley pues la vulneran.

Por otra parte, el progreso y bienestar provisto por el funcionamiento de una empresa jamás alcanza al general de una sociedad, alcanza a fragmentos de la sociedad y a quien desee negarme esto puedo demostrarle fácilmente que no existe una sociedad sin pobres. Entonces ¿Cuál es el progreso y el bienestar asociado a la idea de capitalismo? Es la idea de que para que un 60% esté bien un 20% debe estar mal y otro 20% más o menos pero, en mi utopía, esto no es justo ni es necesario. En mi utopía dado que en el mundo se produce el alimento suficiente como para alimentar a todos, todos deberían ser alimentados sin que nadie se sienta menoscabado por ello pero el problema es que X se siente menoscabado cuando H que trabaja menos consigue lo mismo que él, imaginen como se sentiría si se entera que W que no trabaja está en sus mismas condiciones “¡Es una injusticia!” pensará, y de hecho se piensa así.

¿Cuál es el error en mi diatriba? Mi error es creer que lo que debería importarnos es el otro, no el concepto que el otro tenga de nosotros, sino que el otro, sea quien sea y sea como sea, esté bien. Soy de los que creen que un haz de leña es más difícil de quebrar que un montón de leña suelta, y en el haz de leña habrá troncos más gruesos y troncos más delgados pero cuando están unidos son un haz, son más fuertes, son “mejores”.

La Solidaridad es una de las únicas acciones humanas cuyo premio está asociado a ella, porque el premio no depende de la actitud del otro, sino de uno mismo. Una persona solidaria recibe su recompensa cuando ve que su actividad dio frutos, cuando ve que el otro también está bien, que su entorno está bien, no necesita que alguien venga y le de una medalla, no necesita ganar una carrera, sino participar de una carrera, no necesita divertirse, sino divertir.

Sin embargo la Solidaridad se ha transformado en la menos políticamente aceptada de las acciones humanas, al menos, no es “aprobada” por quienes disfrutan de las bondades del actual sistema. Doy un ejemplo: Si los maestros se declarasen en huelga, se les cargaría con la culpa de la mala educación de nuestros hijos, se diría que por su culpa nuestra sociedad carecerá de los conocimientos necesarios como para “competir” exitosamente en el mercado global, pero nadie dirá, o tratarán de que nadie diga, que la responsabilidad no es de los maestros, sino de quienes les malpagan para que realicen una de las labores más importantes que puedan desempeñarse en una sociedad.

Y así con todas las actividades o profesiones, si hacen huelga se les acusa y culpa, para que nadie se solidarice con ellos. Lejos están los tiempos de los Mártires de Chicago, de las grandes movilizaciones de obreros que consiguieron los escasos derechos que la clase trabajadora y la clase media disfrutan hoy en día. La jubilación y demás derechos de los trabajadores se consiguieron a costa de la sangre de muchos ellos, el Estado de Bienestar que algunos países (jamás todos) gozan hoy en día no es producto de la actividad empresarial ni del capitalismo sino que es producto de la lucha de esos trabajadores que lograron, a costa de muertos y heridos, arrancar esos derechos de las manos de quienes se negaban a dárselo.

Los Mártires de Chicago, por ejemplo, luchaban por la jornada laboral de 8 hs. y podemos decir que gracias a ellos se obtuvo pero hoy, gracias a la insolidaridad presente esa jornada laboral de 8 hs. puede llegar a volver a ser una utopía. Y lo será, si no aprendemos, nuevamente, a unirnos.

miércoles, 18 de marzo de 2009

Reflexiones de entrecasa

En estos últimos meses, durante los cuales no he aportado nada nuevo en este blog, he estado pensando acerca de las razones por la cuales el Capitalismo, sistema económico que ya ha demostrado que provoca la desigualdad social y favorece el enriquecimiento de determinadas clases sociales, nos parece natural mientras que otros sistemas que tienden a la igualdad social como la Socialdemocracia (bien aplicada, por supuesto) y el Socialismo aplicado a rajatabla o aún el Comunismo, nos parecen antinaturales.

Mi conclusión fue, inesperadamente, que el Capitalismo y sus vertientes son más naturalmente lógicas que el Marxismo y las suyas. El Marxismo, el Socialismo, la Socialdemocracia, etc., son antinaturales, van contra las reglas de la naturaleza siempre y cuando aceptemos que la Naturaleza tiene reglas, entre ellas, la supervivencia del más apto.

Me gustaría ahondar más en esto. En un ambiente natural si un animal es atacado por un león sus congéneres no suelen acudir en masa para defenderlo, lo que vemos en los documentales es que prima el sálvese quien pueda, quien come primero no es quien ha cazado la presa, sino quien goza de mayores privilegios dentro de la manada por ser el más fuerte. El Capitalismo sigue esas reglas, las estimula y desde pequeños se nos educa de manera tal que estas reglas, totalmente naturales, se nos graban en la mente como axiomas, no necesitan demostración alguna por ser, para nosotros, claras y evidentes.

Supongamos ahora que nuestra educación pasase no por el estimular la competencia sino por estimular la solidaridad. Supongamos que el mejor alumno no es quien posee mejores notas sino quien colabora y se esfuerza para que sus compañeros tengan mejores notas. Supongamos que en las escuelas en lugar de enseñar a los chicos a jugar al fútbol o al balonmano para luego enfrentarse en competencias deportivas se les enseñara a trabajar para los demás como forma de superación, que en lugar de enseñárseles a sobresalir ganando se les enseñase a sobresalir ayudando. Estos niños verían los axiomas Capitalistas como falsas verdades, no entenderían el por qué para ser mejores se necesita, ineludiblemente, que exista alguien peor.

Los axiomas Capitalistas se ven como naturales porque se basan en principios atávicos, principios que provienen de cuando nuestros antepasados recién comenzaban a caminar sobre sus piernas pero si analizamos el profundo entramado social, la profunda dependencia que existe entre cada uno de los que conforman una sociedad nos damos cuenta que, a los fines de supervivencia y conservación de la especie, un basurero y un médico poseen igual importancia aunque el médico haya necesitado más años de preparación y estudio que un basurero ¿Por qué me atrevo a decir esto? Porque siempre he supuesto que si en el Medievo hubiese existido un buen sistema de recolección de basura, de limpieza de calles, la Peste Negra no hubiese sido lo que fue. Los basureros previenen la aparición y propagación de muchas enfermedades mientras que los médicos luchan contra ellas. Un médico no podría formarse si no existiese alguien que le proveyese de lo que necesita para vivir, si la sociedad no permitiese que pudiese concentrarse en aprender despreocupándose de cosas como, por ejemplo, proveerse su alimentación, su vestimenta, sus otras necesidades básicas y, esto es necesario, deseo aclarar que no hablo de proveerse refiriéndome al dinero, me refiero a todo el proceso que conlleva el proveerse alimentos. Tenemos un mejor sistema sanitario porque alguien siembra, alguien cría animales, los faena, los transporta, alguien confecciona la ropa, etc. Todo el entramado social actual depende y se sustenta en la interdependencia y negar esto es imposible.

Imaginen que mañana mismo los trabajadores de las centrales eléctricas se declarasen en huelga y parasen las máquinas ¿Cómo viviríamos sin electricidad? Subir a un décimo piso, encender las luces del quirófano, elevar el agua para poder beberla, todo colapsaría. Imaginemos ahora que los futbolistas se declarasen en huelga, o los actores ¿Podríamos seguir manteniendo nuestro estándar de vida? Sí, tendríamos agua, luz en las casas, calefacción, sanidad, solo nos faltaría un poco de diversión ¿Gana igual un futbolista que un empleado de una compañía eléctrica? Supongamos que desapareciesen los maestros y no pudiesen ser reemplazados ¿Podría sobrevivir nuestra civilización sin ellos? No, porque la próxima generación sería analfabeta y nuestra civilización depende no solo de su capacidad de descubrir e inventar cosas nuevas, sino de transmitir los conocimientos ya adquiridos.

Pero hoy día se premia a quien pude producir más ganancias en lugar de premiar a quien colabora con el sostenimiento de la sociedad. Un Messi, un Etó, por ejemplo, es fuente de ganancias para su club porque le permite ganar competencias y ganar competencias se traduce en dinero y por lo tanto el club estará más que dispuesto a invertir más dinero para conservarlo. Por más que su importancia dentro del entramado social sea menor que la de un maestro o la de un basurero o la de un médico, Messi y Etó ganarán más ¿Esto es correcto? El pensamiento atávico nos dice que sí, que este mundo es el reino de los más aptos, pero si miramos este punto teniendo en cuenta la importancia de cada individuo para mantener el entramado social diremos que no, que no es lógico que alguien que solo se encarga de divertirnos cobre más que alguien que se encarga de educarnos, o de sanarnos, o de evitar que nos enfermemos.

Esto sucede porque somos educados dentro de la idea de que la competencia es sana y me atrevería a decir que la única competencia sana es la que el individuo mantiene consigo mismo, la que lo lleva a ser mejor, a estudiar más, a entrenarse más, solo porque hoy quiere tener más conocimientos, más habilidad, que él mismo ayer pero no para ganar más, para sobresalir más, sino para poder AYUDAR más.

Supongamos que nuestro hijo en lugar de decirnos “Papá, hoy voy a entrenar porque estoy dentro del equipo de fútbol de la escuela” nos dijese “Papá, hoy tengo que ir a la escuela porque mis compañeros y yo vamos a colaborar en la construcción de casas para los más necesitados” ¿Nos sentiríamos igual de orgullosos? Supongamos que en lugar de fomentarse los espectáculos deportivos se fomentasen los espectáculos solidarios, que en lugar de transmitirse partidos de fútbol se transmitiesen, por ejemplo, las jornadas de ayuda a los hambrientos de África, o la India, o Sudamérica, o de los barrios pobres que hay en España ¿Sintonizaríamos ese programa?

Me atrevería a decir, nuevamente, que en el mundo de hoy quien más hace para su sostenimiento menos gana y sé que alguno me dirá que los empresarios petrolíferos o los dueños de las compañías eléctricas ganan más que los demás y ayudan a sostener el estándar de vida al que nos hemos acostumbrado pero ¿Es eso cierto? ¿Nos olvidamos acaso de los obreros que hacen andar sus máquinas, que las reparan, que las ponen y mantienen en funcionamiento? ¿De quiénes transportan el petróleo? ¿De quiénes tienden los cables? ¿Podríamos vivir en un mundo sin empresarios? Sí ¿Podríamos vivir en un mundo sin obreros? No.

Toda la cadena depende del que actualmente se considera el último eslabón, el trabajador, el que hace el trabajo, gira la llave, tiende el cable, maneja el camión, maneja las máquinas que elaborarán las piezas que usará ese camión, etc.

Toda la cadena depende del trabajo y del esfuerzo de quienes menos ganan ¿Qué favorece eso? El pensamiento atávico que nos dice que en la competencia por la supervivencia ganarán los más aptos. Competencia, ganadores, una historia que en la naturaleza se repite diariamente ¿Y qué es ser civilizados? Superar el instinto ¿Y a qué nos conduciría superar el instinto? A la solidaridad, en un primer momento, a la igualdad, en una última instancia ¿Y por que no vamos por ese camino? Porque quien tiene privilegios no aceptará perder esos privilegios.

Para el Capitalismo es natural que se congelen los salarios de los trabajadores, más no es natural congelar las ganancias de los empresarios, es natural que exista control de salarios, más no es natural que exista un control de precios. Es natural que el gobierno decida evitar o desoír el derecho de huelga de un trabajador, más no es natural que el gobierno evite la especulación financiera o el acaparamiento, es natural que el dueño de los bienes de capital posea todo de la misma forma en que es natural que quienes trabajan y producen y ponen en funcionamiento esos bienes posean poco o nada, es natural que se incremente el IVA más no es natural que se incremente el Impuesto a las Ganancias, es natural que se desproteja al trabajador más no que se lo proteja ¿Dónde llevó la flexibilización laboral a la Argentina? A un 20% de desempleo ¿Cómo pueden algunos dirigentes españoles evitar ver estos datos empíricos y pretender que la flexibilización laboral se aplique en España? ¿Por qué a un obrero no se le paga un derecho vitalicio por el trabajo que ha realizado mientras que a un artista sí? ¿De quién dependemos más? ¿Del artista o del obrero?

Los axiomas nos llevarán a responder estas preguntas de manera ilógica, porque estamos enseñados a pensar que la competencia es la mejor manera de que las cosas avancen por buen camino pero los hechos actuales, la pobreza, los niños que mueren de hambre, los países que rugen en la miseria o que se consumen silenciosamente en ella, los trabajadores que pierden sus empleos y las familias que se deshacen por esto, todo, nos indica lo contrario.