martes, 29 de enero de 2008

¿Libre comercio de órganos o ganado humano?


John Stossel, en su artículo llamado “Odio a la libre empresa” se muestra contrario a las leyes que impiden a una persona vender sus órganos, más específicamente, sus riñones y da razones por las cuales esto debería permitirse. Cuando un periodista del calibre de John Stossel habla uno puede coincidir con su línea de pensamiento u oponerse a ella, más jamás puede quedarse indiferente. Las jinetas que ha conseguido a lo largo de su carrera dan autoridad a su palabra por lo que es del tipo de gente que genera corrientes de opinión y por lo tanto es válido no solo leer el artículo, sino analizar las razones que esgrime para llegar a las conclusión, o conclusiones, que mantiene.

Leyendo el artículo al que hago referencia en el párrafo anterior, encuentro que Stossel afirma que “El hambre ha desaparecido casi de los países en los que la propiedad privada y la libertad económica están permitidas. El libre mercado ha sacado a más gente de la pobreza de la que el Gobierno ha rescatado nunca” (sic).

Estas dos afirmaciones me sorprenden de sobremanera, primero porque no son ciertas. El libre mercado se caracteriza por permitir la concentración de la riqueza en favor de las capas sociales económicamente más poderosas en desmedro de las demás y hay datos de esto que pueden ser conseguidos y consultados por cualquier lector más o menos avisado. Tomando como ejemplo a la Argentina de Menem, cuando imperaron las reglas del libre mercado a rajatabla y se tuvo como resultado un aumento de la pobreza y del hambre, como el propio EE.UU. donde unos
50 millones de habitantes no tienen seguro social y más de 16 millones están en la pobreza extrema. La segunda aseveración también es falsa porque aunque existen ciertos datos que indican que el hambre se está reduciendo a un ritmo poco menos que risible en el mundo la pobre reducción que se reporta se debe más a la acción de los gobiernos que a la acción del libre mercado.

En el mismo artículo dice “¿Por qué es "radical" vender un órgano? La prohibición de la venta de riñones mata a miles de personas cada año. Es eso lo que debería considerarse "radical" (sic). Otra aseveración falsa. Lo que mata a miles de personas cada año no es la prohibición de la venta, es la enfermedad. Tampoco es cierto que la venta de riñones sea la única posibilidad de paliar o evitar estas muertes, la donación de órganos es la otra.

También afirma que “La Fundación Nacional del Riñón teme que los pobres puedan ser "explotados". ¿Pero qué les da el derecho a decidir por los pobres? El pobre es tan capaz como los demás de decidir qué intercambios va a realizar en la vida” (sic). Lamentablemente esta afirmación peca de no tener en cuenta que ser pobre y pasar hambre condiciona el tipo de decisiones que uno toma. Es como estar en un barco que naufraga, cada decisión que tomemos estará destinada a prolongar un poco nuestra vida, por esa razón muchos viajeros del Titanic saltaron a las aguas heladas del mar donde murieron de hipotermia o ahogados en lugar de hundirse en el paquebote.

Para que se tenga el poder de tomar decisiones libremente uno ha de tener la oportunidad de elegir libremente. Si a una persona pobre le dan a elegir entre trabajar para comer, o vender su riñón para comer, elegiría trabajar en la mayoría de los casos, sino en todos. Pero los pobres no tienen esa opción, su abanico de elección estaría circunscripto a vender su riñón para comer o seguir muriéndose de hambre, y eso abre el camino a la explotación del hombre por parte del hombre ya que no sería raro que los pobres comenzaran a ser considerados casi como receptáculos de los órganos que las personas con medios de adquirirlos pueden utilizar en el futuro para prolongar sus vidas.

La nota periodística termina, como ha de ser para aumentar su impacto, con una denuncia testimonial y emotiva recogida por Stossel: Como me decía un paciente renal antes de morir, "los médicos ganan dinero, los hospitales ganan dinero, las organizaciones de donación de órganos ganan dinero. Todo el mundo gana algo, ¡excepto el donante!”.

Lo extraño de esta denuncia es que en los EE.UU. no existe un servicio de atención de la salud universal y eso provoca que todos los cuidados y servicios médicos hagan ganar dinero a alguien, ya sea ese alguien un médico, una organización, un hospital, una compañía farmacéutica, la razón por la cual no existe un sistema de atención universal de la salud está fundamentada por el libre mercado y la libre empresa y el libre mercado y la libre empresa son dos de las cosas que defiende Stossel en su artículo.

También existe el problema del
tráfico de órganos, y casos donde el receptor del órgano pagó por el órgano una cantidad 10 veces mayor que la recibida por el donante.

La salida a este problema no es como propone John Stossel permitir el libre comercio de los órganos humanos sino el fomentar en la gente el deseo de donar sus órganos al morir. Es la falta de donantes el problema que ha de solucionarse, ya que la otra salida transformaría a los pobres en ganado de los pudientes aún cuando se maneje la tesis de la “libertad de decidir” que tienen los pobres respecto a su futuro cuando antes, mucho antes, hay que darles la libertad de elegir.

jueves, 24 de enero de 2008

libros y juegos


Recuerdo el libro “Un mundo Feliz” de Aldous Huxley (recomiendo leerlo al que no lo haya hecho) y de lo que trataba el mismo. Era una especie de utopía demoledora que hoy día parece extrañamente menos utópica, al igual que el libro 1984, de George Orwell, que más que relato utópico o ciencia ficción debería ser considerado literatura predictiva o relato de anticipación.

Cosas como el some, el medicamento que en la novela de Huxley el Estado ponía a disposición del ciudadano que se “sentía mal” nos hacen recordar al Prozac (aunque el some era dado gratuitamente), la necesidad que se advierte en el libro de Orwell de que existiese un enemigo y una larga y aterradora guerra de la que nadie sabe realmente nada, ni las causas, ni como se está desarrollando, nos hace recordar a una serie de enemigos tales como “el Comunismo”, quien tuvo el honor de ser el primer satán a combatir en el pasado o “el Terrorismo”, erigido como nuevo gran adversario para justificar un
gasto en material de bélico capaz de hacer empalidecer al mismísimo Bill Gates, aproximadamente 200 dólares por cada uno de los habitantes del mundo.

Resulta ilógico que el ser humano gaste más dinero en cosas para matar que en planes de
desarrollo económico a escala humana, pero es así. En nuestro mundo matar goza de una mejor posición en los rankings que salvar o alimentar, es decir que nadie parece ver mal que se fabriquen e invierta en material de guerra pero si ve mal que se alimente gratis a los hambrientos, por ejemplo, porque eso crea vagos o cosas por el estilo. Yo, sinceramente, preferiría un mundo poblado de vagos bien alimentados que uno poblado de soldados bien armados pero, como siempre, mi opinión no parece contar mucho en estos días (aunque debería aclarar que jamás contó demasiado).

La verdad es que un análisis superficial de la sociedad y sus reglas económicas nos demuestra que todo está estructurado para permitir y favorecer la desigualdad y sigue un modelo que impulsa la acumulación de riqueza, por una parte es más fácil que quien tenga mucho dinero logre ganar aún más dinero y por otra parte los gobiernos y candidatos a ser gobierno siguen creyendo que disminuyendo el volumen de impuestos que pagan las grandes empresas impulsan y sanean la economía, cuando es al contrario... aunque no tanto, ya que si los gobiernos no ceden a las pretensiones y “necesidades” (en realidad son deseos, existe una diferencia vital entre necesidad y deseo) de los grandes empresarios estos amenazan con levantar vuelo yéndose con sus empresas a países donde no importan tanto esas cosas que solemos llamar derechos humanos, derechos del trabajador y mano de obra esclava.

El problema con la desigualdad es que a los ricos no les gusta dejar de ser ricos y a los pobres no les gusta seguir siendo pobres, en la historia algunas revoluciones demuestran esto, entonces se da el suceso de que los pobres, que suelen ser la mayoría, toman las armas y pasan a cuchillo a los ricos y/o privilegiados (recordar la
Revolución Francesa) y entonces los ricos, aprendida la lección, han organizado las cosas como para que esto no se repita. Por un lado permiten a las clases más bajas votar para elegir un gobierno que, ingenuamente, pensarán que les representará y se preocupará de ellos y por otra parte se aseguran un cierto control sobre ese gobierno a través de mecanismos tales como los lobbies y la financiación de las campañas, en los EE.UU., y de la corrupción y la promesa de futuros empleos en el resto del mundo ya que aunque muchos aseguren que un desempeño previo en alguna empresa privada sería la mejor manera de asegurarnos que los políticos sean eficientes y eficaces al ocupar un cargo público se da la situación de que la mayoría de los políticos que han ocupado un cargo público consiguen altos puestos en empresas privadas sin haber tenido jamás experiencia alguna en este ámbito, es decir que aparentemente y dados los hechos es más conveniente ser primero político y luego empresario que la viceversa.

Este control sobre el gobierno que consiguen las clases sociales superiores no serviría de nada si el gobierno de marras no tuviese el poder de mantener el status quo vigente aún cuando la gente se rebele y de aquí la necesidad de contar con ejércitos bien pertrechados y motivados y cuerpos de policía más aptos para vigilar y controlar al ciudadano que para protegerlo. No quieren que se repita la lección aprendida en la
Revolución Francesa cuando el mismo ejército se pasó al bando en rebelión y el rey dejó de tener el poder de mantener las cosas bajo su control, si es que alguna vez las tuvo porque a decir verdad Luis XVI no era especialmente apto para el gobierno.

Para justificar un excesivo gasto militar es necesario tener un enemigo, nadie se opone a que su país se arme cuando está en guerra pero a nadie le gusta un supergasto militar en épocas de paz por lo que, según todos mis desvaríos, concluyo que la paz es imposible dentro de este contexto. Es decir que el mantenimiento de la situación actual necesita que existan conflictos armados en algún lugar del mundo, y que estos conflictos armados hayan de ser generados en caso de no existir. Dicho de otra manera, si no se tiene un enemigo se lo inventa y ya, sigamos que es bajada. Ahora ¿Es difícil crear un enemigo? La conclusión lógica es que no.

Crear un enemigo es fácil, las lecciones dadas por
Adolf Hitler y su adlátere Joseph Goebbels fueron bien aprendidas por todos y para crear a un enemigo solo hace falta un chivo expiatorio y generar miedo hacia él poniéndolo como la causa de todos los males y, evidentemente, es lo que se está haciendo en la actualidad con, aparentemente, mucho éxito.

Así entonces, tenemos una sociedad que no solo permite la desigualdad sino que la fomenta, permitiendo que la proporción en la cual cada ciudadano participa en el sostenimiento de los gastos del estado no sea equitativa, disminuyendo a partir de cierto volumen de los ingresos en lugar de mantener la proporción gracias a los impuestos indirectos y a las
reducciones y exenciones impositivas con las que se ven beneficiados de tanto en tanto y por las razones más extrañas (digamos que toda situación de crisis es aceptable para promover una reducción en el ingreso a la renta para los ciudadanos con mayor renta o una exención de impuestos a las grandes empresas), a su vez, se sostiene un altísimo gasto militar bajo la premisa de defenderse de enemigos reales o ficticios, enemigos que permiten, al mismo tiempo, justificar el establecimiento de ciertas medidas tendientes a vigilar y controlar las actividades de los ciudadanos limitando sus derechos civiles por motivos de seguridad interior.

Esto permite
que 450 personas disfruten de una renta igual al de la mitad de la población mundial, o que el 20% de la población mundial disfrute del 80-82% de la renta mundial, una muestra sencilla de los logros de una política que genera, en lugar de evitar, la mayor desigualdad económica en la historia de nuestro planeta.

Sin embargo y por raro que parezca, no estoy en contra de la existencia de grandes fortunas, pero me cuesta creer que una persona necesite más de mil millones de euros para ser feliz o tener bienestar de la misma forma que me cuesta creer que los bancos europeos no puedan disminuir los intereses que cobran por sus créditos, para lo cual solo han de ponerse de acuerdo y bajar la tasa que cobran por prestarse dinero entre ellos, tasa que se utiliza para fijar el valor del
Euribor y que es, a todas luces, manipulable.

La economía de estos tiempos es un edificio enraizado en lo artificial, en lo ficticio, y no puede ya explicarse por los mecanismos de la economía clásica. El dinero no tiene ya respaldo ni existe un patrón monetario concreto, por lo cual la escases o abundancia de papel moneda solo depende de la velocidad de impresión de la misma y las tasas de interés se fijan de acuerdo a la “confianza” o “desconfianza” que los bancos se tienen entre ellos lo que, a todas luces, permite un juego que siempre afecta más al que menos tiene.

domingo, 20 de enero de 2008

reflexiones desequilibradas o acerca de la naturaleza mal entendida de las cosas


Cuando uno intenta detenerse unos segundos para pensar, o al menos fingir que piensa, no puede dejar de apreciar las profundas contradicciones que aquejan a nuestro pequeño mundo. Por un lado, se festeja el heroísmo de alguien que da su vida por salvar a un extraño, por otra parte se deja morir de inanición a miles de niños por día. El hecho irrefutable de que en el mundo actual el alimento alcance para que todos coman parece no ser... como decirlo... importante. Se acepta sin demasiado análisis que para que alguien pueda estar bien alguien ha de estar mal, como si se exigiera a la raza humana un equilibrio natural y estuviésemos obligados a mantenerlo.

Sin embargo, los seres humanos nos hemos pasado toda nuestra historia desequilibrando las cosas ya que si nos hubiésemos atenido a lo “natural” ni siquiera hubiésemos aprendido a encender fuego. Me da entonces por pensar que existe una cierta naturaleza en todo lo que nos rodea y que esa cosa que llamamos naturaleza no es en sí un ente, ni una ley o serie de leyes inapelables, sino que es simplemente la forma en la cual tienden a ocurrir las cosas. También se me ocurre pensar que porque una cosa tienda a ocurrir siempre de la misma manera esa manera no ha de ser respetada ni mantenida incólume, de hecho, ha de romperse si el romperlo significa un beneficio a toda la especie.

Por ejemplo, que el hombre no pudiese volar de manera natural solo incitó a un sin número de locos y visionarios a intentar volar. Algunos pagaron ese intento con sus vidas permitiendo a los "sabios" decir “está escrito, volar es imposible”, pero luego alguien consiguió levantar el vuelo y mantenerse relativamente intacto por un momento y se descubrió que la palabra “imposible” suele significar “muy difícil”.

Ya hemos visto, entonces, que muchas veces la palabra “imposible” puede ser cambiada por “muy difícil” y las cosas pueden ser muy difíciles por muchas razones, una de ellas es la de requerir un nivel tecnológico mayor que el disponible (tal y cómo sucedía cuando la gente deseaba volar sin que existiera una fuente de poder apta para tal objetivo), o porque el concretar la idea imponga la necesidad de cambiar la forma de ver las cosas a un número elevado de personas que, encima, estando como están las cosas se encuentran fenómeno.

La creación de una sociedad global en la cual nadie pase hambre ni apuros económicos es considerada “imposible” por esta causa. Para conseguir esto es necesario implementar una forma de redistribuir exitosamente la riqueza y no me imagino, ni a mí ni a nadie, yendo hacia el despacho de un corredor de bolsa multimillonario y diciéndole que para saciar el hambre en Etiopía es necesario que él acepte entregar una parte mayor de sus ganancias. Tampoco me imagino yendo al despacho de un gran empresario para decirle que sus empleados no solo han de ganar lo que a él se le ocurra pagarle, sino que han de ser considerados socios en el proceso productivo y por esto recibir un salario proporcional a las ganancias que cada uno le produce.

Esta es una de las razones por la cual alguien o un determinado número de álguienes pensaron en el concepto de Estado agregándole la palabra Democrático. Supuestamente un Estado de este tipo permitiría que todos aquellos que viviesen en su territorio tuviesen un gobierno a la medida de sus necesidades y deseos. El Estado evitaría que los ricos se abusen de los pobres y viceversa, al mismo tiempo que garantizaría a sus habitantes la satisfacción de lo que se conoció como derechos inalienables del ser humano, o Derechos Humanos. El Estado Democrático funcionaría como una especie de mediador entre las distintas clases sociales que lo formaran, evitando la aparición de un excesivo desequilibrio entre ellas, desequilibrio que se produce de manera natural según Pareto, es decir que el Estado Democrático tenía que trastocar la tendencia natural que tienen las cosas para suceder, esto es, tenía que evitar que todo el bienestar se ubicase de un solo lado de la escala. La única forma de conseguir que el bienestar se colocara sobre toda la escala era interviniendo en el tejido socio-económico y para intervenir en este tenía ciertos poderes. Podía, por ejemplo, crear impuestos, podía aplicar la fuerza de manera legítima, crear leyes que reglaran el comportamiento de los ciudadanos de acuerdo a ciertos parámetros que evitaran que unos lesionaran el derecho de otros, etc.

Del mismo modo, el Estado Democrático debía velar porque se cumplieran los Derechos Humanos dentro de sus fronteras, no podía ignorarlos ni podía romperlos (en teoría, por supuesto). Y entre estos Derechos estaba el derecho a la subsistencia, el derecho a la vivienda, el derecho al libre tránsito, el derecho a trabajar, el derecho a tener una familia, el derecho a la propiedad, a la libre expresión de las ideas y opiniones, etc. Pero una cosa es gozar de un derecho y otra cosa es tener la posibilidad de ejercerlo. Si a alguien se le da un derecho pero no se le da la posibilidad de ejercerlo se le está dando nada. Esto es más entendible si, por ejemplo, imaginamos a un preso que goce del derecho a visita pero solo el sexto domingo de cada mes. Indudablemente los meses no tienen jamás un sexto domingo por lo cual el preso tiene un derecho pero no la posibilidad de ejercerlo, por lo cual bien podemos decir que ese derecho no es un derecho, sino una burla.

Surgen entonces dos ideas básicas de Estado, el Estado Capitalista, donde una persona puede ser la dueña de los elementos que sirven para crear riqueza (máquinas, fábricas, propiedades, etc.), y el Estado Comunista, en el cual ninguna persona podía ser dueña de los elementos generadores de riqueza, sino que el propietario de estos bienes era el mismo Estado. Ambos sistemas, hemos de reconocerlo, han fracasado, y han fracasado por la sencilla razón de que uno de ellos no impide que una gran parte de los seres humanos muera de hambre, no tenga acceso al mercado de trabajo, no tenga vivienda, etc. y el otro simplemente derivó hacia un estado fascista donde el Estado terminó alienando todos los derechos de la masa de ciudadanos en su propio beneficio, Stalin mediante.

Se concibe, entonces, una tercer forma de Estado, el Estado Socialdemócrata, donde se respetarían todos los derechos de las personas y al mismo tiempo se crearían mecanismos que permitieran redistribuir esta riqueza de manera que los ricos no sean tan ricos y los pobres no sean tan pobres. Pero claro, el problema es que los ricos desean ser cada vez más ricos por lo que se oponen a todo intento de inmiscuirse en sus ganancias por parte de cualquier Estado. Entonces alguien, algún iluminado, creó y difundió la idea de que un estado que interviniese en la economía llevaría a todos sus ciudadanos al desastre. Esto implicaba que el Estado podía intervenir en todas las actividades sociopolíticas, pero jamás en las económicas. Un Estado, entonces, puede indicarnos donde podemos hacer tal y cual cosa, a que edad comenzar a beber, si podemos o no poner fin a nuestras vidas por nuestra mano o de manera asistida, pero, en materia económica, tiene que “dejar hacer, dejar pasar” lo que, indefectiblemente, hace que la economía se desenvuelva de manera natural, es decir, tienda al desequilibrio, a la concentración de la riqueza.

Algunos, siguiendo ejemplos desafortunados de otros países, terminaron afirmando que el gobierno de un Estado Democrático solo ha de preocuparse por gobernar, dejando todo lo que no es de su incumbencia en manos privadas. De esa forma el Estado debería deshacerse de lo que “no sabe hacer”, es decir, educar, dar salud, proteger, y ha de concentrarse en, simplemente, administrar el territorio. El problema es que a nadie se le ocurre detallar que otras tareas puede hacer un Estado, fuera de estas, que beneficien en algo a la gran mayoría de sus ciudadanos.

Doy un ejemplo, si la salud queda en manos privadas, si la policía queda en manos privadas, si la defensa queda en manos privadas, si la educación queda en manos privadas, si la justicia queda en manos privadas, tendríamos un estado cuyos gobernantes, más allá de decir “ganamos” cuando triunfan en una elección, no podría hacer gran cosa. Tendríamos un estado inoperante que cobraría impuestos para pagar sus costos de inoperancia y sus ciudadanos estarían en manos de aquellos de los cuales el Estado tiene que protegerlos para que no se abuse de ellos.

Si un Estado puede hacerse obedecer es porque puede amenazar, y si puede amenazar es porque tiene las herramientas que sirven para concretar una amenaza. Si se le quita esa herramienta se le quita la fuerza y tendríamos un Estado muy similar a lo que es la Organización de las Naciones Unidas, una entidad incapaz de oponerse a las decisiones de su socio más poderoso.

Un Estado está obligado a dar atención sanitaria gratuita a sus miembros ¿Por qué? Porque es la única forma de garantizar que reciban atención aquellos miembros a los cuales darles atención no reporta beneficios. El Estado no tiene como fin recibir beneficios, sino prestar los servicios indispensables a todos sus miembros. Una sociedad civilizada, entonces, no es aquella más avanzada tecnológicamente, sino aquella en la cual todos sus miembros cuidan unos de otros sin excepciones y se aseguran de que todos puedan gozar de los mismos derechos. Una sociedad civilizada no es la que excluye a parte de sus miembros, sino la que los incluye y cuida y esa es la misión del Estado Democrático, vigilar y procurar que ninguno de sus ciudadanos sea excluido y que todos y cada uno de ellos gocen de salud, protección y demás derechos aún cuando esto no le produzca beneficios económicos, aunque sí morales.

Pero estos beneficios morales no han de deducirse de la ética y la moral empresaria, porque en una empresa todo el entramado ético y moral está teñido por lo económico y la necesidad de beneficios. El Estado Democrático es una empresa humana, sin fines de lucro, y su ética y moral están muy alejados de los principios económico-financieros o, al menos, han de estarlo.

Al mismo tiempo, debería extremar sus cuidados al reunirse con representantes de los grandes factores económicos ya que estos, como es natural, van detrás de los beneficios privados y no de los beneficios sociales, como muchas veces se ha comprobado. Dicho con un ejemplo, si el Estado no vigilase a las empresas estas contaminarían libremente ya que controlar la contaminación es más caro que no hacerlo. Por último, un Estado Democrático debería ser consciente de que no puede estimular conductas impropias en otros Estados. Esto implica la necesidad de reconocer que comerciar con países donde se emplea mano de obra esclava es una forma de estimular la esclavitud y, a la postre, sirve como fuerza extorsiva a las grandes empresas ubicadas en ese Estado que pueden amenazarlo, de hecho se han registrado algunas amenazas de este tipo, con relocalizar todo su aparato productivo en estos países si una ley estatal amenaza con afectar sus beneficios.

jueves, 17 de enero de 2008

yacimientos petrolíferos finales


Según Michael C. Ruppert en su artículo “El comienzo del juego del fin del petróleo” tres son los hechos de vital importancia a tener en cuenta. El primero de ellos es el comportamiento de los grandes actores del negocio del petróleo. Ruppert destaca en su artículo que aunque los precios del barril se han duplicado desde el 2001 (recordemos que el artículo es del año 2005) las compañías petrolíferas apenas si están invirtiendo en la exploración de nuevos yacimientos, no han aumentado la capacidad ni instalado nuevas refinerías y son más los petroleros que se desguazan que los que se construyen.

El segundo factor nos indica, de acuerdo a los datos de algunos analistas, que solo compensar las caídas de producción exigiría descubrir yacimientos capaces de producir 30.000 millones de barriles por año lo que no se está haciendo.

El tercer factor, por su parte, es respecto al consumo. El estadounidense medio consume 25 barriles de petróleo por año, el chino promedio 1.2, el indio promedio menos de 1. Si China e India alcanzaran un consumo igual a la cuarta parte del de un estadounidense promedio la producción de petróleo debería crecer en un 44%, para que alcancen la mitad, la producción mundial debería duplicarse. Esto, a todas luces, es imposible.

Según Ruppert, es de esperar que estos tres hechos deriven en guerras por la posesión y el control de los últimos yacimientos de petróleo, hace hincapié para esto en el posicionamiento que los principales países consumidores están haciendo para poder controlar la mayor cantidad de petróleo posible.

Lo destacable es que Ruppert ubicó, en el año 2005, la fecha del comienzo de la crisis final en el año 2007, casualmente el año en el cual el precio del barril de petróleo se disparó hasta alcanzar los 100 dólares por unidad, Ruppert no tuvo en cuenta la posible depreciación del dólar en su pronóstico, pero aún así aterra la posibilidad de que pueda cumplirse.

Sin embargo, en toda esta zarabanda de datos y contra datos, de posibles amenazas y holocaustos, es necesario pensar “si el petróleo es tan irremplazable como dicen”. Parece ridículo y hasta imposible que ningún investigador científico haya inventado una sustancia que lo reemplace a un costo económicamente viable, más si tenemos en cuenta el sencillo sistema que caracteriza a los motores de explosión interna.

En sí, el petróleo da origen a la gasolina, un subproducto líquido cuya principal propiedad es la de producir un gas inflamable y explosivo. Al ser líquido es fácil de transportar y utilizar, al ser explosivo produce la fuerza necesaria como para mover los pistones de un motor normal. Desde este punto de vista, cualquier líquido explosivo podría servir para hacer funcionar un motor a explosión pero hemos de considerar que ha de ser un líquido medianamente estable en un amplio espectro de temperaturas para que un error o pequeño golpe no haga estallar el depósito de combustible.

Inicialmente, se ha revitalizado la investigación en torno a la
fabricación de petróleo sintético siguiendo las investigaciones realizadas por la Alemania de la 2º Guerra Mundial (hay que recordar que los alemanes utilizaban petróleo producido a partir del carbón para mover sus vehículos). La razón por la cual no se había avanzado en el desarrollo de este producto eran los costos de fabricación, lo que a la luz de la crisis actual parece haber quedado en segundo término.

Pero sigue resultando increíble que pese a inventarse sustancias explosivas con frecuencia, cada vez más potentes, nadie haya dado aún con una que pudiese utilizarse como combustible líquido. Las razones de esto podrían ser varias, una económica, basada en la imposibilidad de obtener los subsidios o capitales necesarios como para sostener los costes de la investigación, otra ecológica, tal vez se haya encontrado un líquido cuyos efectos en la naturaleza sean aún más nocivos que los del combustible fósil, otra conspirativa, quizás ya exista el producto más no exista interés en darlo a conocer.

Sin embargo en distintos países se han llevado a
cabo estudios y ensayos y también utilizado en la práctica distintos combustibles como la alconafta, una mescla de gasolina y etanol (alcohol medicinal), el alcodiesel, mezcla de diesel y alcohol medicinal, y el metanol o alcohol metílico tiene una larga historia como combustible alternativo (se utilizó como combustible en las 24 hs. de Le Mans desde 1965).

Esto indica que no hay una razón consistente que nos obligue a preferir el petróleo como origen de los combustibles utilizados en los motores a explosión más allá del costo que significaría su reemplazo como tal. Igualmente podría utilizarse una mezcla de gasolina y etanol o diesel y etanol en reemplazo de la gasolina y diesel puros sin encontrar visibles pérdidas de rendimiento. El universalizar una mezcla al 10% o 40% disminuiría el impacto del consumo actual sobre las limitadas reservas de petróleo mundiales dándonos más de esos 30.000 millones de barriles anuales sugeridos por Ruppert y permitiría ir reemplazando cada vez más, en la mezcla, la gasolina y el diesel con productos renovables hasta llegar a su utilización al 100% (lo que es posible y para nada más contaminante que los derivados del petróleo) en vehículos movidos a gasolina, y
biodiesel en los vehículos impulsados por este combustible.

Para esto, por supuesto, habría que aumentar las superficies cultivadas con vegetales productores de azúcar cosa que en la actualidad no es necesaria ya que el consumo humano de está más que cubierto y la producción de algunos cultivos como el de la remolacha azucarera esta
subsidiado en algunos países dada su escasa rentabilidad.

miércoles, 16 de enero de 2008

¿A que aspiran o que desean los blogueros para el 2.008?


He sido, y usaré sus palabras, emplazado por el autor del blog Im-Pulso para participar en una cadena cuyo objetivo es difundir los deseos y esperanzas que alimentamos como habitantes del territorio virtual llamado Blogosfera. Aunque lo parezca, tal solicitud no es fácil de complacer por la sencilla razón de que mis anhelos, deseos y aspiraciones son infinitas, algunos de índole particular y otro de índole general y a veces irreconciliables entre sí porque, como todo ser humano, soy no solamente paradójico sino también contradictorio.

Pues bien, intentaré hacerlo porque sin intentarlo nada se logra. Consideraré el apartado de aspiraciones como particular y los deseos y esperanzas como general y comunes a lo que considero y siento que es la blogosfera.

Mis aspiraciones respecto al corriente año en lo que se refiere a mi bitácora es que sea leída cada vez por más gente y que todos quienes la lean reflexionen libres de los aprendizajes previos lo que en ella planteo ¿Es necesaria la existencia de pobreza y hambre para la supervivencia del ser humano? ¿Es diferente el Estado moderno a los Estados pasados o es solo el mismo perro con un collar diferente? ¿A quién protege el Estado? ¿Cuál es su fin teórico y cuál su fin práctico? Dejando estas reflexiones escritas como comentarios a las mías, tanto cuando coincidan como cuando no, pero siempre de manera respetuosa.

Mis deseos y esperanzas es que no consigan doblegar ni reprimir la libertad que aún se respira en la blogosfera, que no encuentren un sistema apto para cohartar esta posibilidad de expresar y dar a conocer nuestras opiniones libremente que aún tenemos, y que todos los que tengan algo para decir, por estrámbotico o ridículo que le parezca, se anime a decirlo prescindiendo de lo que hayan dicho o expresado otros en su momento. El ser humano avanza en su pensamiento porque se anima a poner en duda las "verdades" que otros han dicho. Todos pueden equivocarse, desde Aristóteles a Sartre, Ortega y Gasset, nadie ha poseído jamás la verdad absoluta ni ha podido asomarse a todos los puntos de vista posibles.

Y es esta diversidad de opiniones libres y propias la que deseo se sostenga, esta creatividad que se advierte en muchas de las bitácoras que visito y que suelo recomendar en este sitio o en mi bitácora de poesía.

Deseo y espero que gocemos de la libertad más completa y que nos atrevamos a hacer uso de ella para seguir construyendo este espacio al margen de los deseos y esperanzas de quienes gozan, por hoy, del poder de controlarnos justificándose en "que ellos son los únics que saben lo que el pueblo necesita y pueden dárselo" cuando en realidad sus deseos y necesidades son las únicas satisfechas.

Y hago traslado de este "emplazamiento" al autor y administrador de la bitácora Mis pensamientos 2.0 , cuyas opiniones leo casi a diario.



domingo, 13 de enero de 2008

reflexiones de un calvo (es decir, descabelladas)


Algo que siempre me hubiese gustado es poder comparar, de alguna forma, el saber general con el saber específico o, dicho de otra forma, lo que la mayoría cree que es con lo que los expertos nos dicen que es porque, indudablemente, en algún momento o lugar se produce una trasmutación de los conceptos y si profundizamos con el estudio de ciertas materias humanísticas nos enteramos que nuestro saber superficial no solo está errado sino que muchas veces es el opuesto del saber profundo.
Un ejemplo de esto es la revolución francesa a la que normalmente se la piensa como a una revolución popular cuando en realidad fue una revolución burguesa destinada a sentar las bases del capitalismo en un territorio donde, por esas fechas, la monarquía impedía su desarrollo y normal crecimiento. La revolución francesa fue conducida por girondinos y jacobinos, esto es alta y media burguesía, quienes utilizaron la desesperación del pueblo francés, azotado por el hambre y la inflación, para conseguir sus propios fines. De hecho, los sans culottes en cuyas filas podemos encontrar a Paul Marat no tenían escaños o representación oficial en la asamblea revolucionaria.
La independencia de los EE.UU., primer gran revolución quizás y hasta cierto punto libertaria, fue no una revolución popular destinada a preservar el derecho a autodeterminar su destino dado por un grupo de colonias, sino la única forma en la cual las antiguas colonias inglesas pudieron asegurar su paso de una economía colonialista a una economía capitalista ya que, hasta el alzamiento de las colonias inglesas en América, estas solo podían producir productos que no compitieran con los producidos en Inglaterra.
Por su parte, la revolución rusa de principios del siglo XX no fue en sí una revuelta del pueblo para obtener el control de su destino a través de la filosofía marxista sino que concluyó en la conformación de un estado fascista cuyos miembros siguieron utilizando al ciudadano en su propio beneficio.
Este tipo de cosas son las que, a veces, nos hacen dudar de tantos y tantos tratados acerca de formas de gobierno y filosofía económica. En realidad podríamos decir sin equivocarnos demasiado que política y economía son términos tan estrechamente relacionados que el intentar separarlos es no solo infructuoso, sino también necio.
Al final podríamos terminar creyendo que estos tratados solo sirven cuando permiten a las clases dominantes justificar su dominación ante los dominados. En la actualidad, por ejemplo, aceptamos los principios del liberalismo económico porque, supuestamente, estos principios son beneficiosos para la mayoría cuando esto, en realidad, no es cierto.
La democracia, por su parte, se define como el gobierno del pueblo para el pueblo y por el pueblo ¿Es esto cierto? Quizás en un principio, hasta que los resortes de poder se fueron acomodando y transformando levemente las cosas. Podríamos decir que hoy la democracia es una forma de gobierno gracias a la cual los miembros de un estado pueden elegir a personas que, en lugar de representar sus intereses, representarán los intereses y deseos de los más poderosos en desmedro de los deseos y necesidades del pueblo. Como alguna vez dijo Borges, la democracia no es más que una superstición aunque no en su idea sino que lo es en su implementación.
El presidente de un país es más un gobernante que un mandatario, en lugar de comprometerse y poner en marcha el mandato recibido por parte de sus representados toma decisiones e implementa medidas muy alejadas de las razones que provocaron que fuese elegido. Sus promesas en épocas de elección son casi una enumeración de las cosas que no piensan hacer de ser elegidos y esto es algo que la mayoría de las personas asume como incorrecto, y sin embargo sigue y seguirá sucediendo.
El estado moderno, en la práctica, es simplemente una forma de blindar los accesos de poder al común de la gente, solo la clase política y los grandes agentes económicos tienen un concreto y real acceso a este poder. Ellos son los que deciden, para mal o para bien, las medidas a implementar en una región o estado supuestamente democrático, por más que estas medidas se contrapongan al bienestar y necesidades de la mayoría de los ciudadanos.
Esto es lo único que permite explicar el fenómeno continuo de la concentración de la riqueza en manos de unos pocos y todos los obstáculos que se elevan para evitar la redistribución de esta riqueza. Con distintos argumentos se intenta convencer, y lamentablemente se consigue, a la mayoría de la gente de que el bienestar general es un sueño utópico.
Sin embargo aún admitiendo que este bienestar general sea una utopía en el actual estado de cosas también la abolición de la monarquía era una utopía en su momento. Para abolir la monarquía como forma de gobierno solo hizo falta que un número suficiente de personas decidiera que era necesario e indispensable conseguirlo y luchase a tal efecto. Supongo que para abolir el actual estado de cosas haría falta lo mismo, un grupo suficiente de personas que decidiese que el estado actual de las cosas es insostenible y que luchase para conseguir transformarlo.
Pero esto no ocurre porque a lo largo de los años las vías de comunicación estuvieron en manos de quienes no deseaban que cambiase el estado de las cosas. Desde periódicos, radios y televisiones solo era posible oír a aquellas personas cuyas ideas no cambiaban en realidad el establishment sino que lo modificaban levemente o habían ideado nuevas justificaciones.
El ciudadano terminó aceptando que era normal que ciertas personas muriesen de hambre, por ejemplo, y la distinción entre mejores y peores, más preparados y menos preparados. De esta forma nos parece hoy normal que el 2% de la población mundial controle y disfrute del 80% de los recursos de este mundo. Y me pregunto ¿Qué diferencia existe con el estado de cosas de los siglos pasados?
Que un rey o un empresario disfruten del poder económico es exactamente lo mismo. Podríamos decir que un rey aunaba en sus manos el poder político y el económico pero no es menos cierto que en la actualidad la gran empresa aúna esos mismos poderes y que impone, muchas veces, sus necesidades y su interés a quienes supuestamente gobiernan en representación de todos.
Existen ciertas cosas que deberían replantearse, como por ejemplo, la función del dinero en una sociedad. El dinero en la actualidad es impreso y emitido sin un patrón real, vale porque el estado dice que vale y no porque su valor sea garantizado, como en décadas pasadas, por cosas como el oro. El dinero en la actualidad es simplemente un papel emitido por un estado y en eso está todo su valor. Antes las monedas, el dólar por ejemplo, eran transformables en oro y quien poseía un dólar poseía cierta cantidad de oro pero eso ha dejado de ser cierto.
Dicho de otra forma, la inflación en siglos pasados se basaba en la emisión de moneda por encima del respaldo de esa moneda que tenían los gobiernos. Suponiendo que un estado poseyera 100 kilos de oro y emitiera moneda papel garantizada con ese oro si emitía cien papeles (billetes) cada papel valía un kilo, pero si emitía mil billetes cada papel valía un gramo, compraba diez veces menos y teníamos inflación. En la actualidad, la inflación se produce cuando existe una pérdida de confianza en la moneda de un estado. Mientras la gente confíe en la moneda de un estado esta moneda será fuerte y la inflación será baja, pero si existe una pérdida de confianza en esta moneda la inflación se dispara.
Esto es lo que sucede por lo general en las economías latinoamericanas, acostumbradas a hacer la equivalencia moneda nacional-dólar. Pero si estudiamos la forma en la cual se emiten los dólares veremos que este no tiene ningún respaldo, que es una especie de moneda virtual, y que por lo tanto su valor depende de la imagen de fortaleza que posee Estados Unidos. En la actualidad es posible contraponer a la Unión Europea contra esta fortaleza y de allí que el valor del dólar caiga, pero me atrevo a decir aún sin pruebas que la forma de emitir euros no se diferencia demasiado de la forma en la cual se emiten dólares, yenes o la moneda de juegos como el monopoly o el estanciero.
Es decir que, en definitiva, vivimos en una época donde la democracia es simplemente una idea virtual no llevada en realidad a la práctica, excepto por el hecho de que se cuentan los votos, donde el dinero es algo virtual sin respaldo genuino. Esto permite que los dueños del poder económico sigan acumulando riquezas reales a través de elementos virtuales, permite que la concentración de la riqueza se acelere por medios absolutamente ilógicos, con tanto valor como el de una acción emitida por una empresa que no existe pero en la cual la gente confía porque así se lo han dicho.
Lo único distinto es este medio, también virtual, llamado internet, que por primera vez da alcance masivo a individuos que de ninguna otra forma lo obtendría.
Pero poco a poco están intentando imponerle limitaciones y para ello utilizan el más viejo de los métodos: despertar el miedo.
Después de todo, a tantos le ha dado resultado despertar el miedo para conseguir sus fines que el que lo utilicen otra vez no ha de sorprendernos. El miedo a los judíos, al extranjero, al terrorismo, a la anarquía, a la inflación, siempre ha existido un miedo que permita a las clases dominantes asegurar su posición frente a nosotros.
Y sin embargo este mundo siempre ha sido uno solo, y todos quienes habitamos en él somos ciudadanos y tenemos exactamente los mismos derechos.