Cuando leo las hazañas de empresarios como este, no puedo dejar de pensar que tendemos a repetir la historia una y otra vez hasta el fin de los tiempos.
Estos empresarios, escudados bajo el lema “generamos empleo” se enriquecen utilizando dos sistemas básicos: La plusvalía y el dinero del Estado. Por una parte intentan recortar los derechos que los trabajadores, luego de duras jornadas de lucha, consiguieron arrancarles y digo arrancarles porque jamás aquellos patrones aceptaron que sus empleados tenían derechos básicos, cedieron de mala gana, cedieron esperando la revancha y parece que el tiempo de la revancha ya ha llegado.
Los nuevos patrones, reuniéndose en sociedades que procuran el bien común (el bien común de ellos, no de la sociedad en general), parecieran generales que planifican de que forma pueden conseguir disponer de la clase trabajadora a su antojo y han comprendido que es ahora cuando tienen más oportunidad porque, al contrario que la clase empresaria, la clase trabajadora ya no posee conciencia de clase, solidaridad, unión.
Esto permite que estos empresarios, amparados como ya he dicho en la frase “generamos empleo”, presionen a quienes tienen a su cargo el manejo de las cosas del Estado Español, esto es, a quienes gobiernan, forzándolo hasta que claudique, cosa que sin lugar a dudas hará, y saque un proyecto de Ley parecido al de Flexibilización Laboral que asoló la clase trabajadora argentina.
Primero se flexibilizarán al máximo los contratos, precarizando el empleo, luego se modificarán las indemnizaciones por despido, se facilitará el despido para que así el empresario, generador de trabajo, pueda despedir y tomar empleados siguiendo la marcha del mercado, y la sensación de precariedad llevará al trabajador a aceptar situaciones en las cuales, directamente, se le explote como a una máquina más.
Uno a uno los derechos de los trabajadores irán siendo sometidos a escrutinio cuidadoso y a recortes disimulados, en un principio, hasta que la situación de estos sea similar a las de finales del siglo XIX y principios del siglo XX. Esto se verá facilitado por la falta de una oposición homogénea y organizada, ya que los organismos que nuclean a los trabajadores, los sindicatos, se han transformado en túneles de burocracia y componendas y se han alejado de los principios que les dieron origen.
Una vez que estos empresarios consigan extraer sistemáticamente la máxima plusvalía posible a cada trabajador comenzarán a precisar aun más dinero, el dinero jamás es suficiente porque el dinero es poder y el deseo de poder es inagotable. Las nuevas fuentes de dinero son tradicionales en realidad, ayudas del Estado, créditos subvencionados que jamás se devuelven, exenciones impositivas, etc., factores que procurarán trasladar hacia la clase trabajadora, ya pauperizada, el costo operativo del Estado. Pero dado que la clase trabajadora ya no dispondrá de mucho más dinero para dar, el Estado deberá achicarse, deberá despedir y reducir su tamaño llevándolo a la mínima expresión.
Esto significa, ni más ni menos, que perder el control. El Estado ya no dispondrá del poder efectivo que necesita para controlar el desarrollo de las actividades asociadas a una industria. No podrá verificar que no contaminen, que no cometan actos fraudulentos, que no intenten evadir los pocos impuestos que todavía estén obligadas a pagar.
Igualmente, menos dinero significa menos ayudas económicas, por lo que será preciso reorientar el uso de ciertos fondos que hoy benefician a los trabajadores. Se endurecerían, por ejemplo, las condiciones a cumplir para acceder a los pagos por desempleo, se reducirían los montos a pagar diseñando un nuevo sistema de porcentajes, se sumiría a la clase trabajadora en la desesperación en procura de un solo objetivo: Que el dinero siga fluyendo gratis a las cajas registradoras de estas empresas.
El caso expuesto en Aventura en la Tierra es un ejemplo de esto aunque España es todavía un Estado fuerte y puede poner las cosas en su sitio o al menos descubrir las trapacerías que se ocultan detrás de la fachada de estas empresas. Sumando los 16 millones de euros que debe a la Seguridad Social, los 955 millones obtenidos como ayuda para desarrollar la aerolínea tan graciosamente cedida por quien conducía el estado en el 2001 y que ha destinado a cualquier otro fin, y los 26,5 millones de euros de un crédito otorgado por Caja Madrid, en donde es miembro del Consejo de Administración, llegamos a la bonita cifra de 997,5 millones de euros, 997,5 millones de euros que no fueron destinados a “generar empleo”, “crear puestos de trabajo”, sino, seguramente, a la especulación financiera y el enriquecimiento personal .
Que sus empleados pierdan su trabajo no es algo importante para este tipo de empresarios, es algo absolutamente secundario, ya que para ellos sus empleados son fichas en el tablero de un juego en el cual, cada día que pasa, tienen más y más posibilidades de ganar, un juego en el cual solo ellos poseen el derecho de tirar los dados.
Estos empresarios, escudados bajo el lema “generamos empleo” se enriquecen utilizando dos sistemas básicos: La plusvalía y el dinero del Estado. Por una parte intentan recortar los derechos que los trabajadores, luego de duras jornadas de lucha, consiguieron arrancarles y digo arrancarles porque jamás aquellos patrones aceptaron que sus empleados tenían derechos básicos, cedieron de mala gana, cedieron esperando la revancha y parece que el tiempo de la revancha ya ha llegado.
Los nuevos patrones, reuniéndose en sociedades que procuran el bien común (el bien común de ellos, no de la sociedad en general), parecieran generales que planifican de que forma pueden conseguir disponer de la clase trabajadora a su antojo y han comprendido que es ahora cuando tienen más oportunidad porque, al contrario que la clase empresaria, la clase trabajadora ya no posee conciencia de clase, solidaridad, unión.
Esto permite que estos empresarios, amparados como ya he dicho en la frase “generamos empleo”, presionen a quienes tienen a su cargo el manejo de las cosas del Estado Español, esto es, a quienes gobiernan, forzándolo hasta que claudique, cosa que sin lugar a dudas hará, y saque un proyecto de Ley parecido al de Flexibilización Laboral que asoló la clase trabajadora argentina.
Primero se flexibilizarán al máximo los contratos, precarizando el empleo, luego se modificarán las indemnizaciones por despido, se facilitará el despido para que así el empresario, generador de trabajo, pueda despedir y tomar empleados siguiendo la marcha del mercado, y la sensación de precariedad llevará al trabajador a aceptar situaciones en las cuales, directamente, se le explote como a una máquina más.
Uno a uno los derechos de los trabajadores irán siendo sometidos a escrutinio cuidadoso y a recortes disimulados, en un principio, hasta que la situación de estos sea similar a las de finales del siglo XIX y principios del siglo XX. Esto se verá facilitado por la falta de una oposición homogénea y organizada, ya que los organismos que nuclean a los trabajadores, los sindicatos, se han transformado en túneles de burocracia y componendas y se han alejado de los principios que les dieron origen.
Una vez que estos empresarios consigan extraer sistemáticamente la máxima plusvalía posible a cada trabajador comenzarán a precisar aun más dinero, el dinero jamás es suficiente porque el dinero es poder y el deseo de poder es inagotable. Las nuevas fuentes de dinero son tradicionales en realidad, ayudas del Estado, créditos subvencionados que jamás se devuelven, exenciones impositivas, etc., factores que procurarán trasladar hacia la clase trabajadora, ya pauperizada, el costo operativo del Estado. Pero dado que la clase trabajadora ya no dispondrá de mucho más dinero para dar, el Estado deberá achicarse, deberá despedir y reducir su tamaño llevándolo a la mínima expresión.
Esto significa, ni más ni menos, que perder el control. El Estado ya no dispondrá del poder efectivo que necesita para controlar el desarrollo de las actividades asociadas a una industria. No podrá verificar que no contaminen, que no cometan actos fraudulentos, que no intenten evadir los pocos impuestos que todavía estén obligadas a pagar.
Igualmente, menos dinero significa menos ayudas económicas, por lo que será preciso reorientar el uso de ciertos fondos que hoy benefician a los trabajadores. Se endurecerían, por ejemplo, las condiciones a cumplir para acceder a los pagos por desempleo, se reducirían los montos a pagar diseñando un nuevo sistema de porcentajes, se sumiría a la clase trabajadora en la desesperación en procura de un solo objetivo: Que el dinero siga fluyendo gratis a las cajas registradoras de estas empresas.
El caso expuesto en Aventura en la Tierra es un ejemplo de esto aunque España es todavía un Estado fuerte y puede poner las cosas en su sitio o al menos descubrir las trapacerías que se ocultan detrás de la fachada de estas empresas. Sumando los 16 millones de euros que debe a la Seguridad Social, los 955 millones obtenidos como ayuda para desarrollar la aerolínea tan graciosamente cedida por quien conducía el estado en el 2001 y que ha destinado a cualquier otro fin, y los 26,5 millones de euros de un crédito otorgado por Caja Madrid, en donde es miembro del Consejo de Administración, llegamos a la bonita cifra de 997,5 millones de euros, 997,5 millones de euros que no fueron destinados a “generar empleo”, “crear puestos de trabajo”, sino, seguramente, a la especulación financiera y el enriquecimiento personal .
Que sus empleados pierdan su trabajo no es algo importante para este tipo de empresarios, es algo absolutamente secundario, ya que para ellos sus empleados son fichas en el tablero de un juego en el cual, cada día que pasa, tienen más y más posibilidades de ganar, un juego en el cual solo ellos poseen el derecho de tirar los dados.
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