Algunas veces suelo cuestionarme las cosas que se dan por ciertas, en un banal ejercicio de pereza no suelo dejar ese tipo de cosas por escrito pero hoy he decidido poner en marcha mis dedos y escribirlo, veremos que sale.
Es creencia general que donde hay democracia hay igualdad, igualdad ante la ley, igualdad de oportunidades, también se cree que en democracia hay libertad, libertad para elegir y decidir en consecuencia. También es creencia general que en democracia el Estado somos todos, y que el Gobierno de ese Estado es un órgano temporal al cual le delegamos autoridad para que pueda tomar decisiones que nos beneficien a todos al mismo tiempo que administra y mantiene los tres servicios básicos que un Estado ha de proporcionar a quienes lo conforman: Seguridad, Salud y Educación.
Estos son solo algunas de tantas cosas que evocan en nuestra mente la palabra democracia, sin embargo todos estos puntos son cuestionables a la luz de lo que acontece. No podemos hablar de igualdad ante la ley en un Estado, por más democrático que se declare, donde el poder económico de una persona puede influir, gracias a abogados caros y otros métodos menos ortodoxos en la decisión de los jueces.
Tampoco podemos pensar que un niño que nace en la parte de menores ingresos en la escala social tenga las mismas oportunidades que un niño nacido en el extremo opuesto, las posibilidades de educarnos van de la mano con nuestras posibilidades económicas y las becas no alcanzan a solucionar este hecho. Si bien una persona con pocos ingresos puede, y debe, intentar acceder a la educación suficiente como para formarse un pensamiento crítico solo puede lograrlo sacrificando otras necesidades, cosa que la persona de mayores ingresos no suele tener que hacer. Además no en todos los países democráticos la educación superior es gratuita, y las personas de menores recursos han de trabajar para estudiar, o endeudarse para poder hacerlo.
También hemos de admitir que, en ciertos Estados democráticos, se ha o se pretende ceder la administración de los centros sanitarios y educativos a empresas privadas, tercerizándolos. Al pasar la salud y la educación a manos privadas podemos suponer que la empresa privada los gestionará buscando maximizar los beneficios y no los servicios con lo cual las prestaciones más onerosas serían dejadas de lado aunque fuesen necesarias.
También sabemos que los Gobiernos de los Estados democráticos suelen tomar más decisiones en beneficios de la gran empresa que del pueblo llano, aun cuando estas decisiones vayan en contra de los deseos o derechos de la mayor parte de la población del mismo. Las leyes que algunos países han aprobado flexibilizando contratos de trabajo para facilitar el despido son un ejemplo, que se esté o se haya hablado de aumentar la jornada laboral es otro. Igualmente, que ante una crisis económica las primeras medidas vayan dirigidas a solventar la situación de las empresas, incluso la de aquellas empresas que han participado activamente en la producción de la situación de crisis, son una señal de que el Gobierno de un Estado no vela por todos de la misma forma.
Y luego tenemos la libertad de elegir y de decidir en consecuencia. Esto sería posible en un Estado donde los medios de comunicación no tomaran partido e intentaran informar de los hechos sin intentar formar opinión, solapadamente, acerca de esos hechos, pero cuando una persona se ve bombardeada mediáticamente con noticias cuya subjetividad está fuera de toda duda y que responden a intereses empresariales, alejándose de los principios éticos que antes guiaba la profesión de periodista, la persona elige sobre bases falsas por lo que no podemos asegurar que elegir sobre bases falsas sea tener libertad de elegir. La manipulación de la información anula esta libertad.
Y podríamos seguir sumando numerosos ejemplos de cómo a cada libertad supuesta se le opone una forma de anularla, de cómo a cada derecho se le opone una medida que lo recorta o anula.
Y este tipo de cosas son las que me llevan a la conclusión de que la Democracia, tal y como se aplica actualmente, es un sistema de gobierno destinado a hacer creer a la gran mayoría que deciden quién les gobernará y cómo serán gobernados, aun cuando no sea cierto, para de esa forma tenerlos medianamente controlados.
Es creencia general que donde hay democracia hay igualdad, igualdad ante la ley, igualdad de oportunidades, también se cree que en democracia hay libertad, libertad para elegir y decidir en consecuencia. También es creencia general que en democracia el Estado somos todos, y que el Gobierno de ese Estado es un órgano temporal al cual le delegamos autoridad para que pueda tomar decisiones que nos beneficien a todos al mismo tiempo que administra y mantiene los tres servicios básicos que un Estado ha de proporcionar a quienes lo conforman: Seguridad, Salud y Educación.
Estos son solo algunas de tantas cosas que evocan en nuestra mente la palabra democracia, sin embargo todos estos puntos son cuestionables a la luz de lo que acontece. No podemos hablar de igualdad ante la ley en un Estado, por más democrático que se declare, donde el poder económico de una persona puede influir, gracias a abogados caros y otros métodos menos ortodoxos en la decisión de los jueces.
Tampoco podemos pensar que un niño que nace en la parte de menores ingresos en la escala social tenga las mismas oportunidades que un niño nacido en el extremo opuesto, las posibilidades de educarnos van de la mano con nuestras posibilidades económicas y las becas no alcanzan a solucionar este hecho. Si bien una persona con pocos ingresos puede, y debe, intentar acceder a la educación suficiente como para formarse un pensamiento crítico solo puede lograrlo sacrificando otras necesidades, cosa que la persona de mayores ingresos no suele tener que hacer. Además no en todos los países democráticos la educación superior es gratuita, y las personas de menores recursos han de trabajar para estudiar, o endeudarse para poder hacerlo.
También hemos de admitir que, en ciertos Estados democráticos, se ha o se pretende ceder la administración de los centros sanitarios y educativos a empresas privadas, tercerizándolos. Al pasar la salud y la educación a manos privadas podemos suponer que la empresa privada los gestionará buscando maximizar los beneficios y no los servicios con lo cual las prestaciones más onerosas serían dejadas de lado aunque fuesen necesarias.
También sabemos que los Gobiernos de los Estados democráticos suelen tomar más decisiones en beneficios de la gran empresa que del pueblo llano, aun cuando estas decisiones vayan en contra de los deseos o derechos de la mayor parte de la población del mismo. Las leyes que algunos países han aprobado flexibilizando contratos de trabajo para facilitar el despido son un ejemplo, que se esté o se haya hablado de aumentar la jornada laboral es otro. Igualmente, que ante una crisis económica las primeras medidas vayan dirigidas a solventar la situación de las empresas, incluso la de aquellas empresas que han participado activamente en la producción de la situación de crisis, son una señal de que el Gobierno de un Estado no vela por todos de la misma forma.
Y luego tenemos la libertad de elegir y de decidir en consecuencia. Esto sería posible en un Estado donde los medios de comunicación no tomaran partido e intentaran informar de los hechos sin intentar formar opinión, solapadamente, acerca de esos hechos, pero cuando una persona se ve bombardeada mediáticamente con noticias cuya subjetividad está fuera de toda duda y que responden a intereses empresariales, alejándose de los principios éticos que antes guiaba la profesión de periodista, la persona elige sobre bases falsas por lo que no podemos asegurar que elegir sobre bases falsas sea tener libertad de elegir. La manipulación de la información anula esta libertad.
Y podríamos seguir sumando numerosos ejemplos de cómo a cada libertad supuesta se le opone una forma de anularla, de cómo a cada derecho se le opone una medida que lo recorta o anula.
Y este tipo de cosas son las que me llevan a la conclusión de que la Democracia, tal y como se aplica actualmente, es un sistema de gobierno destinado a hacer creer a la gran mayoría que deciden quién les gobernará y cómo serán gobernados, aun cuando no sea cierto, para de esa forma tenerlos medianamente controlados.
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