Resulta increíble que después de tantos años de evolución el ser humano no haya avanzado demasiado, por no decir nada, en lo concerniente a su organización social. Sí, es cierto, esta organización puede ser más o menos compleja, puede contener más o menos rituales, ceremonias y ritos y la complejidad de estos puede ser abrumadora pero en la práctica seguimos empantanados en el sistema social de nuestros orígenes.
Seguimos teniendo necesidad de un territorio, algo a lo que llamar nuestro y mirar con afán de propietario, y los que viven en ese territorio siguen eligiendo un jefe, alguien que los guíe, y ese jefe puede er removido si no cumple o si traiciona los deseos de la tribu o del “consejo de sabios”. A lo largo de la historia de la humanidad se ha repetido esto, podemos identificar una complejidad organizacional cada vez mayor pero la base s la misma, es el ordenamiento piramidal del grupo donde una base amplia provee a las necesidades de distintas capas, cada capa menos numerosa que la anterior. Esto lleva a que en cualquier sociedad civilizada el 20% de esa sociedad disfrute de los bienes producidos por el 80% restante y nadie parece haber encontrado una solución a esa tendencia.
¿Es esto creíble? No, por supuesto, de allí mi primer párrafo. Es indudable que el ser humano, al menos la mayoría, piensa que la exclusión social y la explotación de una clase favor de otra clase es algo malo, pero que en la práctica nadie consigue una manera de evitar u oponerse a esta realidad. Siempre habrá jefes, siempre habrá privilegiados, siempre existirá una clase sometida, siempre existirán los excluidos.
Los dos pensamientos económicos más importantes nacidos en el siglo XVIII, el liberalismo y el marxismo se han transformado, para adaptarse a las necesidades rituales que parecen dominar nuestro pensamiento, en religiones irreconciliables aunque, en práctica, tanto el liberalismo económico como el marxismo obtuvieran similares resultados: Una clase dominante y una clase dominada. Que la clase dominante sea la burguesía, la clase política, los grandes capitalistas, la nobleza, etc., no varía en demasía la situación de la clase oprimida, proletariado, trabajadores, siervos.
El desafío de la humanidad es, entonces, generar una sociedad que aplicando conceptos prácticos y eficientes de organización vaya eliminando los viejos conceptos tribales que aún subsisten (y con más fuerza que nunca) como la idea de necesitar un jefe, la territorialidad, la idea de que se pueda sacrificar un individuo en pro del bien común y la ley del más fuerte.
Esto, por supuesto, no es fácil, exige que olvidemos aquellos paradigmas dentro de los cuales nos sentimos cómodos, paradigmas que si la inspiración sigue acompañándome analizaré en los post siguientes.
Seguimos teniendo necesidad de un territorio, algo a lo que llamar nuestro y mirar con afán de propietario, y los que viven en ese territorio siguen eligiendo un jefe, alguien que los guíe, y ese jefe puede er removido si no cumple o si traiciona los deseos de la tribu o del “consejo de sabios”. A lo largo de la historia de la humanidad se ha repetido esto, podemos identificar una complejidad organizacional cada vez mayor pero la base s la misma, es el ordenamiento piramidal del grupo donde una base amplia provee a las necesidades de distintas capas, cada capa menos numerosa que la anterior. Esto lleva a que en cualquier sociedad civilizada el 20% de esa sociedad disfrute de los bienes producidos por el 80% restante y nadie parece haber encontrado una solución a esa tendencia.
¿Es esto creíble? No, por supuesto, de allí mi primer párrafo. Es indudable que el ser humano, al menos la mayoría, piensa que la exclusión social y la explotación de una clase favor de otra clase es algo malo, pero que en la práctica nadie consigue una manera de evitar u oponerse a esta realidad. Siempre habrá jefes, siempre habrá privilegiados, siempre existirá una clase sometida, siempre existirán los excluidos.
Los dos pensamientos económicos más importantes nacidos en el siglo XVIII, el liberalismo y el marxismo se han transformado, para adaptarse a las necesidades rituales que parecen dominar nuestro pensamiento, en religiones irreconciliables aunque, en práctica, tanto el liberalismo económico como el marxismo obtuvieran similares resultados: Una clase dominante y una clase dominada. Que la clase dominante sea la burguesía, la clase política, los grandes capitalistas, la nobleza, etc., no varía en demasía la situación de la clase oprimida, proletariado, trabajadores, siervos.
El desafío de la humanidad es, entonces, generar una sociedad que aplicando conceptos prácticos y eficientes de organización vaya eliminando los viejos conceptos tribales que aún subsisten (y con más fuerza que nunca) como la idea de necesitar un jefe, la territorialidad, la idea de que se pueda sacrificar un individuo en pro del bien común y la ley del más fuerte.
Esto, por supuesto, no es fácil, exige que olvidemos aquellos paradigmas dentro de los cuales nos sentimos cómodos, paradigmas que si la inspiración sigue acompañándome analizaré en los post siguientes.
1 comentario:
Deberás disculpar mi ignorancia en temas como lo económico, motivo tal vez, por lo que no suelo hacer comentarios en tu blog en honor al decoro que yo mismo me exijo.
Siempre que te leo no puedo evitar empatizar en el acto con tu manera de ver las cosas y con esa sutil idea que entre lineas creo que intentas impulsar.
Y siempre me asalta la misma pregunta: ¿Porqué no despertamos ante lo evidente?
Tal vez es porque no estamos dormidos y hay respuestas que no se encuentran en la economía o en la sociología. Tal vez el engaño no es de unos pocos a los muchos sino algo inasible que esta en el corazón de todos.
Un saludo.
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