No tengo una base para dar esta opinión pero es algo que me ha estado rondando la cabeza en los últimos días y quisiera compartirlo con quienes son capaces de leerme sin morir en el intento. Todos conocen, o han oído hablar, del Apocalipsis, palabra griega que significa Revelación pero que asociamos más bien con “a tomar por culo con todo”. Entre pestes, meteoritos, planetas chocadores, aguas envenenadas y demás este capítulo de La Biblia nos dice algo así como “a no follar que se acaba el mundo y serán juzgados según el número de polvos”.
También muchos habrán oído hablar de los experimentos sobre fenómenos psíquicos llevados a cabo en la antigua URSS donde encerraban en laboratorios a gente que decía ser capaz de doblar cucharitas con la mente, leer el pensamiento, mover objetos sin tocarlos, volver locas las agujas de las brújulas y conseguir que las empresas de telemarketing no nos llamen al móvil cada 55 segundos y medio con el objetivo de develar, adivinar, predecir, obstaculizar y destruir a los capitalistas sin tener que gastar en misiles atómicos ni utilizar espías de carne y hueso.
También habrán leído que el gobierno de Dios en la tierra, los EE.UU., decidieron investigar en el mismo sentido por miedo a que un antiguo taxista ruso se levantara por la mañana y en vez de leer el diario le leyera la mente a Richard Nixon o quien fuere, aunque con Kennedy o Clinton se hubiese elevado la telepatía a la calificación XXX por primera vez en la historia, supongo.
James Randi concluyó, si mal no recuerdo, que los supuestos logros de los soviéticos en este campo se debieron más a la complicidad entre los científicos que investigaban a los supuestos psíquicos y estos que a logros auténticos. Ambos se necesitaban para conservar los privilegios obtenidos y si la investigación se cancelaba por falta de resultados positivos perderían estos privilegios, por lo tanto, existieron resultados positivos aunque obtenidos de manera no muy clara.
Uniendo estos hechos, tenemos que a la gente le da miedo que el mundo se vaya a tomar por culo pero que al mismo tiempo le da morbo leer o ver películas sobre esto y que los científicos necesitan mantener vivo el interés sobre sus investigaciones para no perder los privilegios que obtienen gracias a ellas (becas, por ejemplo).
Esto me lleva a pensar que estamos viviendo una era en la cual el marketing se ha introducido en la ciencia y ha creado la estrategia del desastre y, aparentemente, la estrategia del desastre da buenos dividendos.
Vamos con los hechos.
Cuando lo de la gripe aviar, todos temblábamos si escuchábamos estornudar a un pollo. Cuando lo de la gripe porcina, humedecíamos el jamón antes de comerlo con una solución concentrada de ácido acetilsalicílico. Pero esto es lo de menos… esto solo fue por los beneficios (Por lo que me temo que los ferengi están entre nosotros).
Veamos las distintas formas según las cuales es posible que se destruya nuestro mundo:
Súper volcanes: Según esta teoría volcanes gigantescos que recién hace unos años descubrimos (como el ubicado en el parque de Yellowstone y que tiene preocupado a los admiradores del oso Yogui) uno de estos días van a eructar (y acá no vale el Alka Seltzer) y nos van a llenar de cenizas, humo, fuego, lava, terremotos, por los siglos de los siglos. Por lo tanto, batallones de científicos están estudiándolos para predecir cuando ocurrirá esta explosión magna para avisarnos y, de esta forma, escapar hacia… ¿El planeta rojo?.
Súper meteoritos y cometas asesinos: Corre la voz en los pasillos astronómicos que a la tierra le caerá en todos los morros un cacho de meteorito tamaño “hay que joderse” que causará desastres varios, entre los cuales podemos decir que se despertarán los súper volcanes de más arriba, habrá terremotos de intensidad desconocida en regiones que aún no conocemos, lloverá fuego del cielo, la tierra se cubrirá con un manto de ceniza, el cielo quedará entonces negro y la gente elevará sus ojos hacia Dios pidiendo perdón por… joer, me fui de mambo.
Cambio climático: Resulta que el hombre, en su constante depredación de los recursos terrestres devuelve la basura que saca de la tierra y transforma en cosas a la tierra misma y eso contamina (¿A nadie se le ha ocurrido hacer arena o piedras con los envases de plástico desechados? Después de todo, tanto la arena como el plástico son iguales de inertes). Tala bosques sin volver a plantar árboles, quema cosas, entre ellas petróleo, y todo eso hace que nuestro mundo conserve más calor que el que le conviene, con lo que todo se irá, otra vez, al demonio.
Más allá de que podamos, o no, estar de acuerdo con estas teorías lo que a mí me preocupa es la forma de “vender la idea”, hasta hace unas décadas atrás teníamos tornados, terremotos, huracanes, volcanes, meteoros, cometas… ahora tenemos toda una galería de súper villanos que ni Batman podría pararlos pero, gracias a Dios, los súper científicos de hoy vienen a nuestro rescate… o a avisarnos unos días antes de que todo se vaya al cuerno.
Indudablemente para mí, detrás de este tremendismo se esconde una loca carrera por los fondos de investigación disponibles para las distintas áreas científicas, si no vendes el área de tu interés nadie va a comprarla y para ello no basta un estudio serio y mesurado sino un estudio escrito con letras gigantes que diga “Háganme caso o les sucederán cosas malísimas”, mensaje muy parecido al de Juan en su obra magna, El Apocalipsis, que parece ser escribió cuando andaba colocado.
Tanto tremendismo me vuelve escéptico, me siento secuestrado por los científicos y sus miedos y en vez de darme el síndrome de Estocolmo y caerme simpáticos los científicos me da un síndrome raro y me empiezan a caer simpáticos los meteoritos, cometas, tornados, inundaciones, volcanes, etc., que vienen a exterminarnos.
Y, como he mencionado antes, todas estas teorías se parecen demasiado a las visiones del apóstol Juan, visiones que tuvo hace ya más de veinte siglos en una islita, creo, donde debe de haber abundado algún tipo de “hierba” muy… ya saben… bonita.
Y entonces se me ocurre que quizás Dios exista y se da la casualidad que soy agnóstico ¿He hallado la forma de comprobar que Dios existe? No, yo no, la han hallado, aparentemente, los científicos, y como prueba lo antes dicho: Que se termine el mundo es cuestión de tiempo.
¿Y cómo se terminará? Basta con leer el Apocalipsis para saberlo, o cualquier teoría científica de las antes mencionadas para saberlo. Habrá peste, hambre, las aguas se tornarán veneno, el aire se volverá irrespirable, caerá fuego del cielo, etc., etc., etc.
Recuerdo que una vez me preguntaron adónde me gustaría estar si cayera una bomba atómica en el lugar en que vivo, yo respondí que debajo de la bomba en el momento en que explote ya que de esa forma veré una luz preciosa y pasaré sin darme cuenta al otro mundo con un tostado que ni mil soles. Ahora deberé agregar que también me gustaría estar confesado y tener un súper cura invulnerable a las explosiones atómicas que me de la extremaunción en el momento adecuado para no pasar un día en el purgatorio o en el infierno…
Y hay que joderse, pero creo que es el momento de que nos volvamos chupacirios.
También muchos habrán oído hablar de los experimentos sobre fenómenos psíquicos llevados a cabo en la antigua URSS donde encerraban en laboratorios a gente que decía ser capaz de doblar cucharitas con la mente, leer el pensamiento, mover objetos sin tocarlos, volver locas las agujas de las brújulas y conseguir que las empresas de telemarketing no nos llamen al móvil cada 55 segundos y medio con el objetivo de develar, adivinar, predecir, obstaculizar y destruir a los capitalistas sin tener que gastar en misiles atómicos ni utilizar espías de carne y hueso.
También habrán leído que el gobierno de Dios en la tierra, los EE.UU., decidieron investigar en el mismo sentido por miedo a que un antiguo taxista ruso se levantara por la mañana y en vez de leer el diario le leyera la mente a Richard Nixon o quien fuere, aunque con Kennedy o Clinton se hubiese elevado la telepatía a la calificación XXX por primera vez en la historia, supongo.
James Randi concluyó, si mal no recuerdo, que los supuestos logros de los soviéticos en este campo se debieron más a la complicidad entre los científicos que investigaban a los supuestos psíquicos y estos que a logros auténticos. Ambos se necesitaban para conservar los privilegios obtenidos y si la investigación se cancelaba por falta de resultados positivos perderían estos privilegios, por lo tanto, existieron resultados positivos aunque obtenidos de manera no muy clara.
Uniendo estos hechos, tenemos que a la gente le da miedo que el mundo se vaya a tomar por culo pero que al mismo tiempo le da morbo leer o ver películas sobre esto y que los científicos necesitan mantener vivo el interés sobre sus investigaciones para no perder los privilegios que obtienen gracias a ellas (becas, por ejemplo).
Esto me lleva a pensar que estamos viviendo una era en la cual el marketing se ha introducido en la ciencia y ha creado la estrategia del desastre y, aparentemente, la estrategia del desastre da buenos dividendos.
Vamos con los hechos.
Cuando lo de la gripe aviar, todos temblábamos si escuchábamos estornudar a un pollo. Cuando lo de la gripe porcina, humedecíamos el jamón antes de comerlo con una solución concentrada de ácido acetilsalicílico. Pero esto es lo de menos… esto solo fue por los beneficios (Por lo que me temo que los ferengi están entre nosotros).
Veamos las distintas formas según las cuales es posible que se destruya nuestro mundo:
Súper volcanes: Según esta teoría volcanes gigantescos que recién hace unos años descubrimos (como el ubicado en el parque de Yellowstone y que tiene preocupado a los admiradores del oso Yogui) uno de estos días van a eructar (y acá no vale el Alka Seltzer) y nos van a llenar de cenizas, humo, fuego, lava, terremotos, por los siglos de los siglos. Por lo tanto, batallones de científicos están estudiándolos para predecir cuando ocurrirá esta explosión magna para avisarnos y, de esta forma, escapar hacia… ¿El planeta rojo?.
Súper meteoritos y cometas asesinos: Corre la voz en los pasillos astronómicos que a la tierra le caerá en todos los morros un cacho de meteorito tamaño “hay que joderse” que causará desastres varios, entre los cuales podemos decir que se despertarán los súper volcanes de más arriba, habrá terremotos de intensidad desconocida en regiones que aún no conocemos, lloverá fuego del cielo, la tierra se cubrirá con un manto de ceniza, el cielo quedará entonces negro y la gente elevará sus ojos hacia Dios pidiendo perdón por… joer, me fui de mambo.
Cambio climático: Resulta que el hombre, en su constante depredación de los recursos terrestres devuelve la basura que saca de la tierra y transforma en cosas a la tierra misma y eso contamina (¿A nadie se le ha ocurrido hacer arena o piedras con los envases de plástico desechados? Después de todo, tanto la arena como el plástico son iguales de inertes). Tala bosques sin volver a plantar árboles, quema cosas, entre ellas petróleo, y todo eso hace que nuestro mundo conserve más calor que el que le conviene, con lo que todo se irá, otra vez, al demonio.
Más allá de que podamos, o no, estar de acuerdo con estas teorías lo que a mí me preocupa es la forma de “vender la idea”, hasta hace unas décadas atrás teníamos tornados, terremotos, huracanes, volcanes, meteoros, cometas… ahora tenemos toda una galería de súper villanos que ni Batman podría pararlos pero, gracias a Dios, los súper científicos de hoy vienen a nuestro rescate… o a avisarnos unos días antes de que todo se vaya al cuerno.
Indudablemente para mí, detrás de este tremendismo se esconde una loca carrera por los fondos de investigación disponibles para las distintas áreas científicas, si no vendes el área de tu interés nadie va a comprarla y para ello no basta un estudio serio y mesurado sino un estudio escrito con letras gigantes que diga “Háganme caso o les sucederán cosas malísimas”, mensaje muy parecido al de Juan en su obra magna, El Apocalipsis, que parece ser escribió cuando andaba colocado.
Tanto tremendismo me vuelve escéptico, me siento secuestrado por los científicos y sus miedos y en vez de darme el síndrome de Estocolmo y caerme simpáticos los científicos me da un síndrome raro y me empiezan a caer simpáticos los meteoritos, cometas, tornados, inundaciones, volcanes, etc., que vienen a exterminarnos.
Y, como he mencionado antes, todas estas teorías se parecen demasiado a las visiones del apóstol Juan, visiones que tuvo hace ya más de veinte siglos en una islita, creo, donde debe de haber abundado algún tipo de “hierba” muy… ya saben… bonita.
Y entonces se me ocurre que quizás Dios exista y se da la casualidad que soy agnóstico ¿He hallado la forma de comprobar que Dios existe? No, yo no, la han hallado, aparentemente, los científicos, y como prueba lo antes dicho: Que se termine el mundo es cuestión de tiempo.
¿Y cómo se terminará? Basta con leer el Apocalipsis para saberlo, o cualquier teoría científica de las antes mencionadas para saberlo. Habrá peste, hambre, las aguas se tornarán veneno, el aire se volverá irrespirable, caerá fuego del cielo, etc., etc., etc.
Recuerdo que una vez me preguntaron adónde me gustaría estar si cayera una bomba atómica en el lugar en que vivo, yo respondí que debajo de la bomba en el momento en que explote ya que de esa forma veré una luz preciosa y pasaré sin darme cuenta al otro mundo con un tostado que ni mil soles. Ahora deberé agregar que también me gustaría estar confesado y tener un súper cura invulnerable a las explosiones atómicas que me de la extremaunción en el momento adecuado para no pasar un día en el purgatorio o en el infierno…
Y hay que joderse, pero creo que es el momento de que nos volvamos chupacirios.
1 comentario:
Pues sintiéndolo mucho, yo no me voy a volver un chupacirios. Además, prefiero el Infierno al Cielo, porque así me reuniré con un montón de obispos y políticos a los que podré patear el culo.
He oído decir por ahí que, en realidad, lo que nos encontraremos en el Más Allá será nuestra propia versión personal del Cielo (temo como será el Cielo de Hitler). En cualquier caso, yo soy más tendente a creer que no hay nada, así que, por mí, que se acabe ya (y sí, yo también prefiero estar debajo de la bomba atómica).
Un abrazo.
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