lunes, 1 de febrero de 2010

La historia sin fin


Todos sabemos, o al menos casi todos, que cosas como “los derechos del trabajador” y “los derechos humanos” no nacieron per se, sino gracias a años de lucha, lucha mantenida por aquellos que prefirieron anteponer sus creencias, valores personales, ideales y pensamientos utópicos a lo que en su momento se consideraba “normal”, “correcto”, “tradicional”, “incambiable”.

La posibilidad de jubilarse, de tener vacaciones, de trabajar solo 8 hs. diarias, de tener la posibilidad de educar gratuitamente a sus hijos, de tener servicios de salud gratuita, de tener el derecho a ser considerado inocente hasta que un juez y/o un jurado le haya encontrado culpable, de manifestarse, de tener la posibilidad de expresarse libremente, son cosas que fueron ganadas a costa de la sangre de muchos que se manifestaron y lucharon por conseguirlos. Esos que lucharon no lo hacían por ellos, ellos sabían que no disfrutarían de los resultados de su lucha, pero lucharon por una única razón, para dar oportunidad a sus hijos de gozar de aquellas cosas que ellos pensaron eran justas, y en verdad eran justas, eran tan justas a principios del siglo XX como justas son hoy.

Sin embargo en los últimos años hemos podido atestiguar una contracorriente, una contracorriente que pone a la empresa antes que al individuo, una contracorriente que impone al Estado antes que aquellos a los cuales representa. ¿Por qué sucede esto?.

La respuesta es quizás simple, más que sea simple no significa que sea entendida por todos. Poner a las empresas o al Estado antes que al ciudadano, al hombre común que es quien las mantiene o quien lo conforma, es dar vuelta la idea misma de democracia. Este dar vuelta de la democracia comenzó, lamentablemente, desde el momento en el cual se permitió a los políticos hacer demagogia, prometer lo que sabían no podían cumplir, o no deseaban cumplir.

¿Por qué digo esto? Porque en la actualidad los políticos saben que han de decir lo que la gente quiere escuchar si desean ser elegidos aunque después hagan lo contrario. Ya no importa, un presidente, un primer ministro, elegido democráticamente, no está obligado a cumplir sus promesas siempre y cuando manifieste estar actuando en busca del bienestar de todos, pero decir que se está actuando en procura del bienestar general es lo mismo que decir nada. No existe ningún mecanismo que permita a un pueblo el exigir a sus gobernantes el cumplimiento de sus promesas y, entonces, ¿En que desemboca esto?

En la demagogia, en la manipulación, en la mentira más desembozada. En la oposición más estúpida y en el partidismo más oportunista.

Por una parte debemos comenzar a considerar todo lo que implican nuestras libertades, y que es lo que significa la palabra libertad. Ser libres de manifestarnos implica no tener la necesidad de pedir a un gobierno cualquiera el derecho a manifestarnos, si debemos pedirlo es que no somos realmente libres de manifestarnos. Tener el derecho a la libertad de expresión implica que podemos decir lo que se nos canta sin ser considerados peligrosos por ello, ni sufrir algún tipo de censura. Tener la libertad de tránsito implica no tener que demostrar que tenemos posesiones en nuestro lugar de origen ni tanto dinero depositado en nuestra cuenta corriente ni tengamos que sufrir la humillación de no sernos permitido el paso en un país cualquiera solo porque pertenecemos a un país considerado inferior desde el punto de vista económico.

Lo que debemos entender es que si permitimos que se recorte la libertad de algunos estamos permitiendo, a futuro, que se recorte la libertad de todos. Porque esa es la forma de actuar de los Estados, porque todo Estado tiende a ser o a llegar a ser un Estado totalitario. Comienzan pulsando una serie de miedos para comenzar a recortar las distintas libertades civiles en pro del bien común para finalizar recortando la libertad de todos.

La Italia de Mussolini, la Alemania de Hitler, son muestras de ello. Se crea un enemigo imaginario, que englobe todas las culpas, un chivo expiatorio, en la Alemania de Hitler eran los judíos, en la Europa actual es la inmigración. También son chivos expiatorios los fumadores, los homosexuales, los “distintos”, nada mejor que ser “distinto” para ser un blanco de una represión futura.

En el mundo de hoy la bandera que se ha alzado para poder recortar los derechos del ciudadano es la del “terrorismo”, desde que Bush declaro, pocos días después del 11-S, la guerra mundial contra el terrorismo tanto los estadounidenses como los británicos han sufrido recortes en sus derechos civiles, en sus libertades. Todos conocemos el alcance de esos recortes y todos creemos increíble que los distintos pueblos hayan aceptado ese hecho. Pero lo que olvidamos es que los pueblos NO aceptaron esos recortes, fueron sus representantes, aquellas personas a las que ellos confiaron la defensa de sus intereses, quienes lo hicieron. Y que sus representantes hayan podido hacer esto fue posible gracias a la imposibilidad que tienen los ciudadanos de un Estado, cualquier Estado, de decirles a sus “representantes” lo que han, o no han, de hacer. Después de todo preguntémonos ¿A quién representan los políticos que ocupan cargos públicos?

En su discurso sobre el “Estado de la Unión” el presidente Obama mencionó en varias oportunidades a los lobbies, los lobbies son grupos de presión conformados por representantes de empresas de distintos sectores de la industria que presionan a los políticos para que les apoyen o aprueben medidas destinadas a favorecerlas. Nuestras actuales condiciones medioambientales, de salud, de seguridad, etc., han sido aprobadas siguiendo la necesidad o los intereses de esos lobbies, no de la gente que encumbró a un político en tal o cual cargo público. Los políticos dependen de estos lobbies para conseguir el dinero necesario para llevar adelante una campaña más o menos exitosa.

¿Y esto por qué? Porque salimos de la falsa idea de democracia que hoy tenemos, la que nos inculcaron y nos decía que cualquiera puede ser presidente o primer ministro de un país cuando en realidad eso es mentira. Verdad sería decir que cualquiera con el apoyo económico necesario puede ser presidente o primer ministro de un país, más no un cualquiera sin apoyo. La posibilidad de que existan partidos políticos capaces de invertir más de 100 millones de dólares en su campaña y de que existan partidos políticos que no puedan invertir ni 10 millones de dólares ya nos significa que la democracia como sistema de gobierno ha dejado de ser algo posible de ejercer en la actualidad. Sería democracia si en lugar de la potencia económica lo que valiera fuesen las ideas, los objetivos y los principios. Pero nada de eso cuenta hoy en día, hoy en día cuando los distintos partidos políticos se manejan con el dinero que pueden invertir en publicidad. Hoy podemos decir que serás, o no, el líder máximo de tu Estado siempre y cuando cuentes con el dinero necesario.

¿Es esto cierto? Sí, lo es, y basta con seguir las relaciones estadísticas para comprobarlo. Por otra parte ¿Cómo se le puede exigir a Obama que cumpla con sus promesas? No se puede, es imposible, solo es posible decir que no las está cumpliendo manifestándose, pero ni eso cuenta hoy en día, cuando la televisión está en manos de pocas empresas que vigilan y cuidan por sus intereses. Para esto solo nos hace falta recordar el distanciamiento que existió entre determinados medios de prensa españoles con quien ocupa la dirección del Estado cuando no fueron satisfechos sus intereses.

Esto nos lleva a las siguientes conclusiones:

1. Los dueños del dinero son los que deciden que leyes han de ser aprobadas.
2. Los dueños del dinero son los que tienen acceso directo a quienes gobiernan, por lo que son los que deciden el futuro de un Estado.
3. Los dueños del dinero son los que deciden de qué libertades puede gozar un pueblo.
4. Los dueños del dinero son los que nos muestran a qué enemigo hemos de temerle, y los que nos dicen que leyes necesitamos para combatirlo.
5. Los dueños del dinero son los que deciden quien nos gobernará en el futuro, habiendo comprado ya a quien nos gobierna en el presente, etc.

Piensa mal, pero piensa, piensa bien, pero piensa, razona, contrapone, investiga, deduce ¿Quiénes son los beneficiados por las últimas leyes que se han aprobado en vuestro país?

Las empresas.

Los ciudadanos de a pie somos, simplemente, quienes mantenemos los costos de funcionamiento de este latrocinio sin visos de final.

¿Deseas que tu hijo esté obligado por ley a trabajar diez o más horas diarias? ¿No? Entonces lucha. El bienestar de una generación depende siempre del compromiso político de la generación que le ha precedido.

Siempre.

Y eso puedes comprobarlo con un sencillo repaso de nuestra historia. Y cuando digo nuestra historia digo la historia de la humanidad.

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