viernes, 21 de diciembre de 2007

preguntas sin respuesta


Aquí la palabra disidente del que no cree que el mundo tenga sentido siempre y cuando el goce sea de unos pocos. Aquí el sentimiento de derrota al ver que siempre triunfan las necesidades económicas sobre las necesidades del hombre ¿Por qué se ha permitido esta conquista? ¿Por qué el absurdo de excluir se impone sobre la necesidad del todos juntos?

Una pelota de tierra y agua suspendida en el espacio a mil años luz de cualquier otra posibilidad de vida donde se produce el alimento suficiente como para que nadie pase hambre y sin embargo el hambre existe y hay quien dice que esto es lo correcto. ¿Por qué son la ley de la oferta y la demanda y la salud de la gran empresa la ley suprema y no la solidaridad y el derecho a la existencia?

Siempre he pensado que las cosas se miran de acuerdo al lugar que uno ocupe. Esto torna impensable que un gran propietario o millonario esté de acuerdo con las leyes que limiten la propiedad o la riqueza porque, intrínsecamente, somos egoístas. Nuestra raza, la humana, no solo tiene conciencia del yo sino que también tiene conciencia de su mortalidad y saber que somos y que podemos morirnos nos torna inseguros (nada es suficiente para garantizar nuestro futuro). Sumado a esto está el instintivo afán de competencia de toda raza animada, de ser el individuo (hembra o macho) mejor dotado para la supervivencia.

Esto es, en sí, lo que provoca que nada sea suficiente, lo que provoca que tengamos que ser los mejores para no considerar que hemos siquiera rozado el fracaso y este sentimiento, este mismo sentimiento, que nos ha llevado a hacer tantas grandes cosas también nos condena al largo plazo porque ¿Qué somos?

Somos gente que considera que existen los prescindibles, que es natural que haya quien fallezca aún antes de tener la oportunidad de aportar algo, de que es imprescindible que existan diferencias para así poder asegurar a algunos la oportunidad de ser felices.

No basta con ser fuertes, hay que demostrarlo subyugando al más débil. Hay que asegurarlo impidiendo o dificultando a muchos la oportunidad de alcanzar nuestra fortaleza. Si todos fuésemos iguales nada tendría, desde el punto de vista del instinto, sentido alguno. Sobresalir es la regla.

Durante décadas nos han inculcado esto. El mejor compañero, el mejor alumno, los records olímpicos, todo busca resaltar al uno sobre el todo. Nos hemos vuelto individualistas y al mismo tiempo adoradores de las individualidades que resaltan.

Aplaudimos al diferente olvidándonos de lo necesario. Cambiamos las medidas que han de emplearse en la justicia.

Y nos decimos humanos como si ser humanos marcase una diferencia.

¿Qué es lo que se ve al mirar la selva, la jungla, la sabana? Competencia. ¿Qué es lo que se inculca desde todos los lugares de propaganda? Competencia.

¿Es buena la competencia? ¿Es bueno que existan mejores y peores? ¿Es bueno plantear la diferencia de aptos y no aptos para la vida?

Por una parte se condena a quien ayuda a un desesperado a acortar su vida, se prohíbe la eutanasia, el suicidio se condena. Por otra parte nos dicen que es inevitable que cientos y miles de seres humanos malvivan muertos de hambre, enfermos, debilitados por la inasistencia y la indiferencia ¿Cómo conciliamos estas dos realidades en un mismo planeta?

Tengo tantas preguntas sin respuesta, y este es el precio que hay que pagar por ser un ingenuo o, peor, un humanista.

2 comentarios:

Kurtz dijo...

Excelente post. Más de uno debería leerlo.
Estoy de acuerdo al cien por cien con lo que has expuesto, palabra por palabra

entrenomadas dijo...

Excelente y terrible post.
Estos días me encuentro más agobiada si cabe por la sinrazón, la estupidez y la hipocresía de unas fiestas ahogadas en el derroche y la miseria humana.
La alineación que diría mi querido Gramsci es una de las peores enfermedades del ser humano.

Un abrazo muy sincero