domingo, 24 de febrero de 2008

la carga inversa


El sistema capitalista puede funcionar en la teoría pero, lamentablemente, no en la práctica, de la misma forma que los sistemas socialistas y comunistas. Todos los sistemas funcionan en la teoría porque las simulaciones teóricas no tienen en cuenta la corrupción, la explotación, ni la deformación de la filosofía sostenida por quien gobierna el Estado que permite, por ejemplo, que un Estado presuntamente socialista sea gobernado de acuerdo a la filosofía fascista.

Ahora bien, y centrándonos en el
artículo de Félix (de donde nació este post), es lógico suponer que más puede aportar quien más tiene, no la inversa, y que existe un límite de ingresos por debajo del cual la supervivencia de una persona se ve comprometida. Quien gobierna un Estado jamás ha de perder de vista estas dos casi premisas que, contra lo que normalmente se supone, no implica quitar a los más pudientes en beneficio de los menos pudientes sino que consiste en evitar que los más pudientes olviden sus obligaciones para con el Estado descargando estas obligaciones en las espaldas de quienes menos pueden.

Cuando el Estado incrementa los
impuestos indirectos está, y esto es sabido, aumentando la carga de su sostenimiento de manera no proporcional, quitándole más a quienes menos tienen y menos a quienes más tienen, el IVA y los demás impuestos indirectos distorsionan severamente el principio de equidad que debería regir el funcionamiento de un buen Estado democrático. Este principio de equidad no implica que las cosas han de ser igual para todos, sino que las cosas han de ser proporcionales al poder de cada uno, en este caso específico, al poder económico.

No es posible pedir a quien necesita, lo lógico es pedir a quien le sobra, un ejemplo de esto: Si estamos perdidos en el desierto y se nos acercan dos personas, una con una sola botella de agua y otra con un camión cisterna repleto de agua ¿De quién esperaríamos más ayuda? Ahora bien, los distintos gobiernos persisten en pedirle agua al poseedor de la botella y no al conductor del camión.

Cuando uno más tiene más puede dar sin ver afectado su bienestar, esto es lógico desde todo punto de vista, sin embargo en la actualidad quien más tiene menos aporta en proporción cuando, en realidad, debería aportar una cantidad proporcionalmente mayor a quien menos tiene. Lo que estoy diciendo es que una persona que gana 30 millones de euros al año puede soportar sin peligro para su bienestar y el de su familia que el Estado le pida un 40% de sus ingresos para su sostenimiento, mientras que quien gana 36.000€ anuales puede ver afectado grandemente su bienestar y el de su familia si el Estado le pide un 20% de esta suma para su sostenimiento.

Es decir que la idea de carga proporcional también tiene sus bemoles, el valor proporcional de un impuesto de este tipo ha de incrementarse al mismo tiempo que se incrementan los ingresos del ciudadano para, de esa forma, tener verdadera equidad en su aplicación. Sin embargo muy pocas personas son capaces de aceptar esto, aún cuando utilice sus ganancias no con fines productivos sino suntuarios.

El problema es que si damos un vistazo a la forma en la cual se distribuye la
influencia política de acuerdo al nivel de ingresos podríamos confeccionar un gráfico en el cual la mayoría de la población, que generalmente goza de bajos ingresos, está en la posición más distante de los centros de poder mientras que una minoría poblacional, la de mayores ingresos, es la más cercana a estos centros.

Indudablemente, cuando más cercano se esté a un centro de poder más se puede influir en este centro y a las decisiones que emanen de él. Como ejemplo de este poder de influencia basta contrastar cuando ha de esperar un ciudadano con ingresos anuales superiores a los 30 millones de euros para conseguir una entrevista con el presidente de gobierno y cuanto ha de esperar un ciudadano con ingresos anuales de 36.000€ con el mismo objetivo. Todos sabemos que la probabilidad de que el presidente de una audiencia personal a un ciudadano es directamente proporcional a su nivel de ingresos.

De allí que la estructura impositiva de un Estado se construya para que este Estado sea, mayoritariamente, sostenido por el aporte de sus ciudadanos de menores ingresos y aún cuando una gran parte de estos queden, supuestamente, excluidos de esta obligación los impuestos indirectos se encargan de incluirlos (aún los gorrillas pagan IVA).

El otro aspecto tocado por Félix es el salarial. Normalmente sería lógico esperar que un trabajador cualquiera vea satisfecha sus necesidades de bienestar con su salario sin embargo esto no es así. Normalmente el
salario mínimo es a todas luces insuficiente para garantizar a un trabajador la satisfacción de sus necesidades de alimentación, educación, vivienda, esparcimiento, debiendo sacrificar una o más de estas necesidades si desea sobrevivir.

Se acepta como premisa básica que alcanzar un "
estado de bienestar" general es imposible cuando bien podríamos cambiar la palabra "imposible" por "improbable", y acepto la palabra "improbable" por la sencilla razón de que nadie se esfuerza, en los círculos de poder, por alcanzar este estado de bienestar general, simplemente desechan la idea.

Siendo los trabajadores los primeros eslabones en la creación de riqueza sería esperable que su sostenimiento estuviese garantizado, sin embargo en la actualidad se han creado ciertos mecanismos, algunos rayanos en el esoterismo, que permiten crear riqueza sin la necesidad de poseer bienes de capital ni de realizar trabajo o transformación alguna sobre algo, ya que ese algo, poseedor de la capacidad de dar riqueza, es del orden virtual y no de orden real.

Estos mecanismos de creación de riqueza permiten la
especulación financiera y comercial y permiten, a su vez, utilizar el conocimiento como creador de la riqueza. Hoy día vale más tener el conocimiento necesario para transformar la materia prima en un bien que tener la materia prima, digamos que el impacto de la materia prima en el precio de un producto llega a ser, en casos como ordenadores o automóviles, despreciable.

Al disponerse de estos mecanismos de generar riqueza los trabajadores pueden, y de hecho son, dejados en segundo plano. Sin embargo esta riqueza no solo es volátil, una caída en la bolsa puede hacer perder más de 1.000 millones de dólares a una persona en pocos días, sino que existe porque se ha trabajado la percepción de la gente haciéndole creer que existe, para ello se han construido teorías y “leyes” económicas que permiten explicar el porqué la riqueza puede ser generada aumentando el
valor percibido de algo aunque ese algo no haya aumentado, realmente, de valor.

Un ejemplo de esto se observa en la
operatoria bursátil. Originalmente las acciones servían a una empresa para obtener financiación directamente del mercado, sin necesidad de acudir a un banco oficial o privado. Una empresa tenía el poder de emitir acciones que representaban fracciones de su capital social, estas acciones podían ser adquiridas por distintos inversionistas quienes pasaban a tener derecho sobre parte de las ganancias que produciría la empresa. El mecanismo era sencillo y permitía a las empresas conseguir financiación barata sin la necesidad de acudir a un intermediario financiero.

Sin embargo poco a poco estas acciones dieron origen a un mercado en el cual se especulaba con su valor. El sistema para especular con el valor era relativamente sencillo. El valor de las acciones de una empresa que producía ganancias se incrementaba, el valor de las acciones de una empresa que no las producía caía aún cuando el valor de la empresa fuese siempre el mismo el valor de la acción caía en la percepción de la gente. El subir y bajar del valor de las acciones pronto comenzó a formar parte de una especie de juego, si yo vendo mis acciones cuando alcanzan un precio máximo incremento mi capital, obtengo más dinero que el invertido originalmente, si yo compro acciones de bajo valor con posibilidades de suba estoy apostando a un crecimiento futuro en el valor de esas acciones que, de producirse, multiplicará aún más esa ganancia.

Esto implica que si se logra manipular el valor percibido por las personas es posible manipular la suba y baja en el precio de las acciones. El
grupo Enron en los EE.UU. manipuló por largo tiempo el valor percibido de sus acciones con una exitosa campaña de marketing institucional basada en la fraudulenta confección de sus balances, la creación de compañías inexistentes, etc. Al descubrirse los mecanismos utilizados por esta empresa el valor de sus acciones cayó de tal manera que significó altísimas pérdidas para quienes habían invertido en ellas que pasaron de ser inversores exitosos a inversores esquilmados en un breve período de tiempo. Igual suerte corrieron en España quienes invirtieron en el Fórum Filatélico y Afinsa.

La
especulación inmobiliaria, por su parte, necesita de la coexistencia de algunos factores para poder producirse. Una alta demanda de viviendas, posibilidad de acceso a préstamos hipotecarios, escasez en la oferta de viviendas. Las tres condiciones estaban presentes en el mercado inmobiliario español en años pasados y permitió que el precio de las viviendas se incrementase muy por encima de su valor real. Sin embargo a un incremento de valor suele sucederle un decremento hasta que los precios alcanzan un equilibrio o nivel real y eso es algo conocido por los entendidos en el mercado, no así por los neófitos. Al igual que en el mercado bursátil, nada asciende para siempre.

Ahora bien, cada mercado especulativo puede ser a su vez fuente de ingresos importantes si pudiésemos predecir su comportamiento o acceder a información que nos coloque en una situación de privilegio respecto a los demás inversores. Como bien podemos deducir la predicción lisa y llana es casi imposible, por lo que normalmente los intentos están dirigidos a la consecución de
información privilegiada y esta información privilegiada está, por lo general, en manos de quienes poseen el poder económico y/o político en un Estado. De esta forma quien más cercano esté a este centro de poder más posibilidades tiene de acceder a esta información y de beneficiarse de ella.

Pocas veces el ciudadano de a pie tiene acceso a esta información por lo que suele ser el último en enterarse y quien generalmente ha de soportar las pérdidas ocasionadas por el derrumbe en el valor del bien con el que se especula.

Es decir que toda la estructura del sistema capitalista favorece a quienes poseen el poder económico desfavoreciendo a quienes no lo poseen y el salario es un fiel reflejo de esta situación. La imposibilidad de los trabajadores de fijar su salario permite al empleador aumentar su nivel de
plusvalía (beneficios, en suma), cuanto menos pague a su empleado mayor será el beneficio que le produzca su trabajo. Sin embargo de estos salarios es de donde el Estado se provee de la mayor parte de sus ingresos a través de la utilización de los impuestos indirectos, impuestos indirectos que se emplean por la sencilla razón de que su cuantía pasa desapercibida para el ciudadano de a pie (no así para quienes poseen empresas y con ellas la posibilidad de debitar estos impuestos).

Inexorablemente, la percepción nos indica que los costos del Estado recaen en mayor cuantía sobre quienes menos tienen, que la información que permite la generación de grandes fortunas está al alcance de quienes más poseen, que la posibilidad de disminuir su carga fiscal a través de distintos mecanismos también favorece a quienes más tienen, y estos tres puntos ya nos permiten deducir que el sistema capitalista está estructuralmente construido para derivar la riqueza de las capas de ingresos inferiores a las capas de ingresos superiores en una sociedad.

Sumado a esto, la creencia que un incremento en el salario mínimo derivará en un proceso inflacionario también afecta a las capas de ingresos inferiores que son los afectados por el congelamiento de sus ingresos. Sin embargo históricamente no se ha podido demostrar una relación previa entre
inflación y salario, aunque si una relación posterior. En una economía inflacionaria el salario suele crecer a cotas insospechadas pero siempre por detrás del índice de la inflación, esto significa que si bien el valor numérico del salario se incrementa su valor real disminuye.

A su vez, la inflación es la medida de la confianza que un ciudadano posee sobre la moneda emitida por su Estado, si este valor percibido puede manipularse, y de hecho se manipula, es posible manipular el índice inflacionario. Tal acción es muy visible en las economías de los países en vías de desarrollo o subdesarrollados, como Argentina, donde a partir de grandes espirales
hiperinflacionarias se generaron inmensas fortunas.

1 comentario:

Jove Kovic dijo...

Paso a saludarte, vendré en otro momento, con más tiempo.