domingo, 25 de noviembre de 2007

cuando cien es más que mil

En la actualidad hay innumerables agrupaciones que defienden distintos ideales. Entre ellas podemos encontrar algunas encomiables, que defienden la igualdad de derechos entre el hombre y la mujer o que intentan impulsar la toma de conciencia acerca del calentamiento global mientras que también es posible encontrar otras que mantienen ideales segregacionistas y xenófobos, algunos hasta violentos. Sin embargo ambos tipos de agrupaciones pueden definirse como grupos de presión y sus maneras de actuar poseen muchos puntos de contacto. ¿Qué son los grupos de presión? ¿Cómo actúan? ¿Cual es su mecanismo? De esto trata el siguiente post.

La estructura de poder de un Estado cualesquiera no concluye con la simple enumeración de quienes lo ejercen formalmente sino que también ha de tenerse en cuenta que contraponiéndose a ellos existen otros poderes o contrapoderes que a través de los distintas formas de presión (pública, económica, armada, etc.) influyen en el poder formal. Estos contrapoderes del poder formal reciben el nombre de grupos de interés y pueden diferenciarse, según actúen desde dentro o fuera del ámbito gubernamental, en interiores, conocidos como factores de poder, y exteriores, llamados grupos de presión.

En la práctica, todo factor de poder o grupo de presión comienza como grupo de interés pasando a ser uno de estos a partir del momento en que comienzan a realizar actividades destinadas a influir en la estructura del poder formal.

La forma de actuar de los grupos de presión es visible, a través de medios de prensa, manifestaciones callejeras, marchas, etc. mientras que en contrapartida los factores de poder internos al gobierno son nada o poco visibles.

Mancur Olson (1932 – 1998), economista y sociólogo estadounidense propuso que "sólo un incentivo individual y selectivo estimularía a una persona racional de un grupo latente a actuar con un espíritu grupal", es decir que los individuos actuarán colectivamente para obtener bienes privados y no bienes públicos.

En “El nacimiento y declive de las naciones” desarrolla, entre otras, la hipótesis de que en todos los países tienen, con el tiempo, a aparecer pequeños grupos que tendrán los incentivos necesarios como para formar grupos de presión para intentar influir en la política a su favor sin importar si comprometen, o no, el desarrollo económico del estado.

Es decir que según Olson el interés de los grupos de presión se caracteriza por ser de carácter privado, es un sistema a través del cual un pequeño grupo de individuos puede conseguir imponer sus necesidades y deseos a la totalidad de una población. Olson trabaja más sobre los grupos de presión de índole económica que sobre los grupos de presión de índole idealista, la diferencia entre ambos es que los primeros buscan un beneficio puramente económico (sindicatos, asociaciones empresariales, etc.) mientras que los segundos procuran, en la teoría, promover beneficios trasladables a una gran parte de la población (ecologistas, feministas, etc.).

Estos grupos suelen utilizar un discurso maniqueísta, blanco o negro, sin matices. No discuten sus ideas, las mismas se elevan como verdades inapelables por lo cual no hay forma de negociación posible. Estas con ellos o contra ellos. A diferencia de los grupos de presión económica los miembros de los grupos de presión idealistas encuentran otro tipo de beneficios privados, como por ejemplo la de ser referentes sociales, tener un objetivo o meta personal e intransferible y otros beneficios de tipo sicológico.

Esta forma de pensar les da una firmeza comparable a la de los primeros mártires del cristianismo. Como sabemos, saberse dueño de la verdad es una característica que transforma a las personas, poco a poco, en fanáticos. Al igual que el fascismo, demoniza al contrario siendo el contrario todo aquel que no apoya sus ideas. Son sectarios, tienen a adoptar una estructura en la cual un grupo pequeño, a veces un grupo de afinidad, desarrolla y decide que se hará mientras que el resto de sus integrantes, ajenos a este núcleo, son usados como piezas sin poder de decisión o influencia interna.

Con el tiempo, estos grupos suelen ser infiltrados por personas que buscan un trampolín para alcanzar a satisfacer sus necesidades de trascendencia personales. Muchas personas han accedido a cargos políticos luego de haber militado en grupos de presión. También en muchos de sus integrantes, especialmente los del núcleo directivo que establece las metas y las estrategias para alcanzarlas, se despierta esta ambición política y buscan, a través del apoyo del grupo de presión al cual pertenecen y la relevancia pública alcanzada con la militancia, acceder a cargos eleccionarios.

Indudablemente, si se analizan los hechos de manera fría y objetiva, se deduce que a los grupos de presión idealistas no les interesa la opinión de la mayoría. Simplemente están convencidos de que su accionar es en beneficio de la mayoría esté, o no, de acuerdo esta mayoría. Si bien no son multitudinarios controlan un caudal de votos que, aunque no permiten ganar una elección, sí permiten decidirla (tengamos presente que las elecciones se deciden por un porcentaje de votos que ronda, normalmente, el 5%).

La coherencia entre sus miembros, la fidelidad a las decisiones del núcleo director, explica que sus integrantes acostumbren obedecer las directivas de estos, es decir que si el núcleo central ordena votar por un determinado candidato que, al menos en apariencia, apoya los ideales del grupo o se manifiesta comprometido con ellos un altísimo porcentaje de los miembros del grupo así lo hará, ya que aunque la ideología política del candidato (socialismo, conservadurismo, etc.) no coincida o sea totalmente opuesta a la ideología política particular de algunos de sus miembros estos están dispuestos a sacrificarla en beneficio de los objetivos del grupo.

Por esta razón, la estructura de poder formal suele satisfacer las demandas de los grupos de presión para asegurarse su apoyo, aún cuando estas demandas sean contrarias al interés o a las necesidades económicas del mismo Estado. En algunos casos, las demandas de los grupos de presión son lógicas y beneficiosas para la mayoría de las personas (podemos enumerar entre ellas las conseguidas por las feministas, el movimiento ecologista, el movimiento por los derechos humanos, etc.), pero dado que el grupo de presión subsiste siempre y cuando posea una meta que alcanzar, con el transcurso del tiempo y de las victorias se ven obligados a fijarse metas no solo más ambiciosas sino también más dictatoriales (la ley seca en los EE.UU. es el más claro ejemplo de esto).

Por ello, siempre es conveniente tener en cuenta que el principio de la mentalidad de los grupos de presión es el de “nosotros tenemos la verdad, ellos están equivocados” y que la ausencia de matices, la no aceptación de que el otro tenga una parte de razón o verdad en su pensamiento es la forma de actuar que caracteriza el pensamiento absolutista y que el pensamiento absolutista genera, a la postre, más males que beneficios.

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