El martes por la tarde leía el que, hasta ese momento, era el último post de la bitácora Im-Pulso y en mi mente quedó grabada esta pregunta: ¿A qué obedece esa renuencia a reconocer el valor del trabajo? , pregunta a la cual solo cambié una palabra para transformarla en ¿A qué obedece la renuencia a reconocer el valor del trabajo? Apenas hecha la pregunta se me reveló que la ganancia del empresario se encuentra en la diferencia entre lo que paga para que un producto (o servicio) sea fabricado (o prestado) y lo que cobra por ese producto (o servicio), esto implica que cuando mayor sea la diferencia entre el costo de fabricación (o prestación) y el precio de venta, mayor será el beneficio de la empresa y del empresario y esto resiste cualquier análisis.
¿Para qué alguien o un grupo de alguien (por no decir algunos) crean empresas? Para obtener beneficios económicos. Prestar atención a esto, dije beneficios económicos, ni éticos, ni morales, ni sociales, solo económicos. El fin sobre el cual descansa la empresa privada es la obtención de ganancias, es decir, que las empresas privadas se construyen y cimentan sobre el ánimo de lucro. A primera vista a nadie debería escapársele que existe una infinita cantidad de maneras de obtener ganancias pero que todas las maneras de obtenerla se basan en una regla imposible de sortear: El costo de fabricación (o prestación) del producto (o servicio) ha de ser menor que su precio de venta, si esta regla no se cumple no existe forma de obtener ganancias.
El trabajo humano (o mano de obra) utilizado para la fabricación de un producto o para la prestación de un servicio forma parte de los costos de fabricación o prestación lo que implica, de manera lógica y simple, que cuanto más se pague a quien realiza este trabajo menores serán los beneficios posibles de obtener por la venta del producto y dado que el objetivo de una empresa es ganar dinero (obtener lucro) cuanto más minimice sus costos más maximizará sus ganancias lo que también puede decirse de la siguiente manera: Cuanto más puedan reducirse los costos de fabricación de un producto o los costos de prestación de un servicio mayor será el beneficio obtenido.
Esto implica, necesariamente, que una empresa privada cualquiera luchará para que el impacto de los salarios de sus trabajadores en el costo del producto que fabrica o servicio que presta sea el menor posible. Esto aparece como una lógica solución al problema empresarial de obtener lucro más que algo sea lógico no implica, necesariamente, que sea justo (y no confundamos, por favor, ley con justicia). El ánimo de lucro tiende a hacer que la empresa explote laboralmente a sus trabajadores y, más allá de cualquier definición que recibiesen los términos explotación laboral en el pasado, defino a la explotación laboral como el pago de un salario inferior al que necesita un trabajador para mantener cubiertas sus necesidades básicas en cuanto a alimentación, vestimenta, vivienda y esparcimiento.
Dada esa tendencia a la explotación laboral por parte de la empresa los trabajadores comenzaron a unirse en sindicatos, los sindicatos tienen entonces la obligación de defender los intereses de los trabajadores representándolos ante los empresarios y se basan en la idea de concentrar la fuerza laboral para poder enfrentarse a la concentración de la propiedad de los bienes de capital en manos de pocas personas o grupos de personas.
Sin embargo con el paso del tiempo los sindicatos que surgieron de la fuerza laboral se fueron separando paulatinamente de esta hasta constituirse casi como organizaciones ajenas a la misma, y digo organizaciones basándome en que los sindicatos presentan una organización interna similar a la de las grandes empresas y que muchos de sus directivos y funcionarios reciben remuneraciones mayores que los salarios de aquellos que representan disfrazadas como gastos de representación, viáticos, etc. En la actualidad, muchos sindicatos operan como si fuesen empresas que prestan servicios al trabajador más que como organizaciones de base destinadas a defender los derechos del trabajador.
Por esto muchos sindicatos han dejado de defender los intereses de sus representados para comenzar a defender, como toda empresa privada, sus propios intereses. En Argentina se llega al punto de que muchos sindicalistas defendieron la necesidad de una mayor flexibilización laboral argumentando que la flexibilización laboral proveería al pleno empleo cuando, y esto está demostrado por hechos, al aplicarse la flexibilización laboral el índice de desempleo llegó hasta valores cercanos al 20%.
En definitiva, la concentración de los líderes sindicales en lugares físicos determinados, alejados de aquellos que representan, facilitó a los representantes de las grandes empresas influir en ellos de una forma más directa que en el pasado, cuando el representante sindical era, simplemente, un portavoz de lo que se decidía en las asambleas de trabajadores. Inexorablemente, los sindicatos cruzaron la línea entre la democracia directa y la democracia indirecta en perjuicio de sus representados, de la misma forma en que el sistema democrático actual favorece los intereses de los grandes centros de poder en perjuicio de los intereses del ciudadano de a pie.
Esto conlleva, por una parte, a la degradación paulatina de los derechos de los trabajadores en beneficio de los privilegios, ya no derechos, de la gran empresa dado que la gran empresa no tiene como fin reconocer el valor del trabajo de sus empleados sino la obtención de un beneficio económico y este fin está directamente enfrentado a los intereses del trabajador. Por otra parte, quien debería defender los derechos del trabajador ya no lo representa, no actúa como su portavoz sino como un “negociador” que desconoce, en la práctica, la situación que han de soportar sus “representados” y cuyo único interés es proteger los intereses de la organización sindical como si fuese una organización independiente de sus representados.
¿Para qué alguien o un grupo de alguien (por no decir algunos) crean empresas? Para obtener beneficios económicos. Prestar atención a esto, dije beneficios económicos, ni éticos, ni morales, ni sociales, solo económicos. El fin sobre el cual descansa la empresa privada es la obtención de ganancias, es decir, que las empresas privadas se construyen y cimentan sobre el ánimo de lucro. A primera vista a nadie debería escapársele que existe una infinita cantidad de maneras de obtener ganancias pero que todas las maneras de obtenerla se basan en una regla imposible de sortear: El costo de fabricación (o prestación) del producto (o servicio) ha de ser menor que su precio de venta, si esta regla no se cumple no existe forma de obtener ganancias.
El trabajo humano (o mano de obra) utilizado para la fabricación de un producto o para la prestación de un servicio forma parte de los costos de fabricación o prestación lo que implica, de manera lógica y simple, que cuanto más se pague a quien realiza este trabajo menores serán los beneficios posibles de obtener por la venta del producto y dado que el objetivo de una empresa es ganar dinero (obtener lucro) cuanto más minimice sus costos más maximizará sus ganancias lo que también puede decirse de la siguiente manera: Cuanto más puedan reducirse los costos de fabricación de un producto o los costos de prestación de un servicio mayor será el beneficio obtenido.
Esto implica, necesariamente, que una empresa privada cualquiera luchará para que el impacto de los salarios de sus trabajadores en el costo del producto que fabrica o servicio que presta sea el menor posible. Esto aparece como una lógica solución al problema empresarial de obtener lucro más que algo sea lógico no implica, necesariamente, que sea justo (y no confundamos, por favor, ley con justicia). El ánimo de lucro tiende a hacer que la empresa explote laboralmente a sus trabajadores y, más allá de cualquier definición que recibiesen los términos explotación laboral en el pasado, defino a la explotación laboral como el pago de un salario inferior al que necesita un trabajador para mantener cubiertas sus necesidades básicas en cuanto a alimentación, vestimenta, vivienda y esparcimiento.
Dada esa tendencia a la explotación laboral por parte de la empresa los trabajadores comenzaron a unirse en sindicatos, los sindicatos tienen entonces la obligación de defender los intereses de los trabajadores representándolos ante los empresarios y se basan en la idea de concentrar la fuerza laboral para poder enfrentarse a la concentración de la propiedad de los bienes de capital en manos de pocas personas o grupos de personas.
Sin embargo con el paso del tiempo los sindicatos que surgieron de la fuerza laboral se fueron separando paulatinamente de esta hasta constituirse casi como organizaciones ajenas a la misma, y digo organizaciones basándome en que los sindicatos presentan una organización interna similar a la de las grandes empresas y que muchos de sus directivos y funcionarios reciben remuneraciones mayores que los salarios de aquellos que representan disfrazadas como gastos de representación, viáticos, etc. En la actualidad, muchos sindicatos operan como si fuesen empresas que prestan servicios al trabajador más que como organizaciones de base destinadas a defender los derechos del trabajador.
Por esto muchos sindicatos han dejado de defender los intereses de sus representados para comenzar a defender, como toda empresa privada, sus propios intereses. En Argentina se llega al punto de que muchos sindicalistas defendieron la necesidad de una mayor flexibilización laboral argumentando que la flexibilización laboral proveería al pleno empleo cuando, y esto está demostrado por hechos, al aplicarse la flexibilización laboral el índice de desempleo llegó hasta valores cercanos al 20%.
En definitiva, la concentración de los líderes sindicales en lugares físicos determinados, alejados de aquellos que representan, facilitó a los representantes de las grandes empresas influir en ellos de una forma más directa que en el pasado, cuando el representante sindical era, simplemente, un portavoz de lo que se decidía en las asambleas de trabajadores. Inexorablemente, los sindicatos cruzaron la línea entre la democracia directa y la democracia indirecta en perjuicio de sus representados, de la misma forma en que el sistema democrático actual favorece los intereses de los grandes centros de poder en perjuicio de los intereses del ciudadano de a pie.
Esto conlleva, por una parte, a la degradación paulatina de los derechos de los trabajadores en beneficio de los privilegios, ya no derechos, de la gran empresa dado que la gran empresa no tiene como fin reconocer el valor del trabajo de sus empleados sino la obtención de un beneficio económico y este fin está directamente enfrentado a los intereses del trabajador. Por otra parte, quien debería defender los derechos del trabajador ya no lo representa, no actúa como su portavoz sino como un “negociador” que desconoce, en la práctica, la situación que han de soportar sus “representados” y cuyo único interés es proteger los intereses de la organización sindical como si fuese una organización independiente de sus representados.
5 comentarios:
Hoy he seguido la entrevista que le ha hecho Iñaki Gabilondo a Gaspar Llamazares. Y me ha sorprendido que cuando el periodista le ha preguntado por las líneas básicas del programa de Izquierda Unida, Llamazares ha hablado de mejoras social en general, de separación Iglesia/Estado, de derechos civiles, pero no ha mencionado en ningún momento lo que para mí es una urgencia en esta especie de país: la revisión urgente de las tablas salariales. ¡Curioso!
Existe una tendencia a olvidarse de las necesidades de los asalariados, es más, fijar un salario mínimo es considerado por muchos como una traba para el crecimiento económico y la creación de empleo, como si el que la gente trabajara recibiendo salarios inadecuadamente bajos fuese tener un empleo digno.
Creo que en este siglo bien podríamos reanalizar no solo el rol que ha de cumplir el Estado sino también cual es la idea que se posee de un Estado sano y justo porque, a todas luces, la idea de un Estado en el cual es preciso aceptar la degradación de los derechos del trabajador para conseguir el crecimiento económico es injusta. No debería existir una parte que disfrute de los bienes y otra parte que quede excluida de ese disfrute, no se me antoja ni moral, ni ético, ni indispensable.
Un abrazo.
Por muchas mejoras que logren los trabajadores y por muchos derechos que conquisten seguirán/seguiremos siendo esclavos de los que mandan. Y los políticos poco hacen por solucionarlo
Bueno Manuel, lo cierto es que en materia económica hay un sector de IU que todavía se cree el cuento del libre mercado y del eterno crecimiento.
Y luego esperan repartir esa pantagruélica abundancia de frutos entre los pobres y desamparados.
Vamos, la política del P$OE, pero siendo más generosos con las dádivas.
A mi me gustaría crear OTRA COSA. No poner paños calientes al capitalismo, sino crear un sistema nuevo, a la vez más justo y más competitivo.
Entre nosotros hay gente muy preparada: ¿a que esperan para ponerse ha hacer los planos del nuevo edificio?
Estupendo Sergio, como siempre.
"en el pasado, cuando el representante sindical era, simplemente, un portavoz de lo que se decidía en las asambleas de trabajadores"
Exacto.
Un abrazo!
El capitalismo es, en la práctica, una forma de mantener el status quo de una clase. Si bien la nobleza tradicional ha perdido su poder temporal por el solo hecho de ostentar un título, ha sido reemplazada en la práctica por la alta burguesía quien, en lugar de títulos de nobleza, posee el control del poder económico.
No podemos engañarnos respecto a esto. Cuanto menos gana una persona más contribuye, en proporción, al sostenimiento del Estado y esto implica que el sistema por el cual hoy nos gobernamos adolece de una crónica inequidad. Si existiera un único impuesto, por ejemplo el de la renta, y todos, ganasen lo que ganasem, debieran aportar el 30% de sus ingresos, sin excepción, para pagar los costos operativos del Estado se llegaría a un sistema más equitativo que el actual pero también injusto ¿Por qué? Porque no es lo mismo quitarle el 30% a quien le falta que quitárselo a quien le sobra.
Lo lógico sería establecer un único impuesto directo, el impuesto a la renta, y que se impuesto se incremente proporcionalmente de acuerdo a una escala de ingresos anuales. De esa forma y dando solo un ejemplo, una persona que gana 50.000€ año debería pagar 1.400€ (el 10% de todo ingreso que supere los 36.000€, en este caso, 14.000€), pero una persona que gane 150.000€ al año debería pagar según una escala prestablecida y de acuerdo a cada escalón que supera. Dando un ejemplo y suponiendo la siguiente escala:
Desde 36.000 a 50.000€ el 10%
Desde 50.001 a 100.000€ el 12%
desde 100.001 a 200.000€ el 14%
etc.
Quien ganara 150.000€ al año pagaría entonces:
1.400+5.999,88+6.999,86=14.399,74
Es decir que mientras quien gana 50.000€ participa en el sostenimiento de los costos del estado con un 2,8% real de sus ingresos, quien ganase 150.000€ participaría con un 9,6% real de sus ingresos. Cuando más ganas más te sobra, por lo que más puedes compartir sin sentir el peso.
Esto es más lógico que la forma actual de hacerlo, en la cual gracias a desgravaciones, excenciones, la existencia de impuestos indirectos, etc. cuanto más gana una persona menos aporta. Además, permitiría un mejor control de los costos del estado.
Otra cosa que deberíamos comprender es que la plusvalía exagerada implica la necesidad de emitir dinero o de que alguien lo pierda para mantener en movimiento el circuito. Un sencillo ejemplo nos demuestra esto.
Supongamos que una empresa fabrica 10.000 unidades mensuales de un producto que cuesta 100€ fabricar y vende a 300€ y tiene 10 empleados. Cada empleado gana 1.000€ al mes y la empresa vende todos sus productos. La empresa factura 3.000.000€ mensuales, de los cuales paga 1.000.000€ a sus proveedores y 10.000€ a sus empleados quedandole un neto de 1.990.000€ mensual. Supongamos ahora que esta empresa opera en un sistema cerrado en el cual tiene un proveedor, que gana el 1.000.000€ que la empresa le paga por proveerle las materias primas, los 10 empleados, que ganan 1.000€ cada uno, etc. Esta economía, indudablemente, ha de generar la cantidad mínima de 1.990.000€ que no vuelven al circuito. Ese 1.990.000€ ha de salir de algún lado y ese lado es el otro, otra persona, otro país, que a su vez ha de conseguir su dinero de otro lado y así hasta el finito aparentemente infinito. En alguna parte se ha de crear la riqueza necesaria como para mantener esta cadena creciente de ganancias porque, indudablemente, la ganancia se acumula como beneficio. ¿De donde sale? Parte de esta cadena se alimenta de la emisión de dinero, parte de esta cadena se alimenta engrandeciendo el número de excluídos, porque los excluídos sociales han sido empobrecidos para sostener este circuito. A su vez, los países generadores de riquezas (materias primas) son utilizados para mantener viva esta cadena, cadena creada para que los poseedores de riquezas reales mantengan y acrecienten el poder de los poseedores de riquezas virtuales, tal y como J.P. Morgan sostuvo cuando impulsaba la creación de la Reserva Federal de los Estados Unidos por la decada del 1.900 hasta que esta se creo en el año de 1.913 (Gobierno de Woodrow Wilson).
Esa es la razón que obligó a quitar el oro como patrón de la moneda que se emite, la cantidad de oro que se necesitaría es inverosímil. La moneda no puede ya tener un patrón real, su valor se basa en la confianza que genera pero ninguna moneda del mundo deja de ser, simplemente, papel impreso sin garantía alguna de su valor.
Esto es lo que permite que la mayor parte del dinero exista como dinero electrónico. El dinero verdaderamente circulante es una pequeña fracción del dinero existente, la mayor parte del dinero figura como un número en alguna cuenta, pero no como papel moneda impreso. Por ejemplo, si todos los europeos fueran hoy al banco y exigieran la efectivización de sus depósitos, es decir, que se los entreguen en la mano, el sistema financiero europeo colapsaría por la imposibilidad de realizar tal hazaña.
Ninguna vaca recibe dinero por dar la leche, eso es lo que provoca que la mayoría de los países productores de materias primas estén entre los países menos desarrollados, mientras que quienes manufacturan y consumen esas materias primas estén entre los países desarrollados. Para explicar esto basta tener en cuenta el valor de una tonelada de hierro y el valor de un auto que pese dos toneladas. La diferencia es abismal y esa diferencia se debe, supuestamente, al "conocimiento" necesario para poder fabricar un vehículo. Sin el conocimiento no se podría fabricar nada, más sin la materia prima tampoco, pero el conocimiento vale mil veces más que la materia prima, y vale mil veces más que el trabajo necesario para transformar esa materia prima en el producto final. ¿Quiénes son los perjudicados? Los países productores de materias primas y los trabajadores. Quien tiene el poder de decidir su plusvalía es quien domina el mercado.
Dejaré, por ahora, de hablar de esto ya que he dado puntadas por aquí y por allá sin hilar nada en concreto, pero son cosas que me bullen en el cerebro continuamente llevándome siempre a la misma conclusión: Quienes realmente generan la riqueza son quienes menos acceso tienen a esa riqueza.
Y esto es un hecho.
Un abrazo.
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