miércoles, 5 de agosto de 2009

Sociedad y paradigma II

Solemos aceptar sin mucho esfuerzo que si una situación determinada pierde su equilibrio las cosas empeoran, como ejemplo los ecologistas suelen decir que si el hombre no se preocupa por mantener el equilibrio ecológico la situación mundial se irá, con perdón, al carajo. Coincido con ellos, es inevitable que si seguimos cortando árboles, ensuciando los mares, quemando combustibles, la cosa se pondrá muy pero que muy fea.

Por otra parte, el equilibrio perfecto rara vez existe en sistemas integrados, según la Teoría de General de Sistemas los sistemas tienden al equilibrio, sin jamás alcanzarlo. Los sistemas se ajustan para aparentar una situación equilibrada utilizando un proceso llamado retroalimentación y daré un ejemplo traído de los pelos. Cuando uno se baña suele ajustar los grifos de agua caliente y fría hasta conseguir la mezcla ideal, que deja el agua a la temperatura que más nos apetece. En este caso, quien nos retroalimenta es la piel, que a través de la sensación frío-calor nos indica que grifo ha de ser abierto y cuál cerrado. Cuando más rápido el mecanismo de retroalimentación más posibilidades de alcanzar una situación de equilibrio.

Fantástico.

El problema es que en lo que respecta a la economía el mecanismo de retroalimentación suele tardar meses, una medida económica tomada hoy no mostrará sus verdaderos efectos hasta unos meses después, de allí que la economía se caracterice por la aparición de crisis que han de ser resueltas, las crisis son parte de este mecanismo de retroalimentación pero al existir tanta distancia entre el origen de la crisis y su aparición no siempre es dable unir la causa con el efecto. Por esto los economistas crearon los indicadores económicos, especie de relojitos teóricos que ayudan a predecir situaciones futuras.

Pero estos indicadores no siempre se interpretan correctamente o no siempre dicen la verdad. A veces mienten.

De allí que en determinado momento se pusieran de moda los escenarios económicos, para jugar con ellos se utilizaban programas de computación que permitían ver como se desarrollaban las cosas según las decisiones que se tomaban vs. las variables del entorno. Estas simulaciones resultaron muy útiles para algunas empresas pero cuando las trasladamos a la economía del Estado no resultaron tan fiables. La causa de esto es la inconmensurable cantidad de variables a tener en cuentas, podríamos decir que son infinitas, por lo que construir un modelo a escala lo suficientemente válido era tarea de titanes y, para hacer honor a la verdad, he de decir aquí que los economistas no tienen nada que ver con los titanes.

Para peor, una misma situación es percibida de maneras diferentes por observadores diferentes. Digamos que un desempleado ve muy bien que extiendan la duración d el seguro de desempleo mientras que un empresario, que teme le incrementen los impuestos, lo ve muy mal.

Y aquí comenzamos a hablar de lo que trataré próximamente: Los derechos de los empresarios tienen, como contrapartida, una serie de obligaciones, de igual manera los derechos de los trabajadores tienen obligaciones como contrapartida.

La historia nos demuestra que ambos, empresarios y trabajadores, tratan de saltarse sus obligaciones intentando acrecentar sus derechos, pero esta situación no escapa a la regla que indiqué al inicio: Cuando el equilibrio de una situación se rompe lo que se obtiene es un empeoramiento de las condiciones que termina, tarde o temprano, afectando al todo.

1 comentario:

pereyra dijo...

Bueno, convengamos que la relación empleador-empleado no es horizontal, y los beneficios de los trabajadores están muy por debajo de su producción.
Por otro lado, "saltarse sus obligaciones" a un trabajador suele costarle el trabajo, mientras para los empresarios acaba siendo un elemento de negociación.
Me quedo esperando tu próxima reflexión.