domingo, 16 de agosto de 2009

¿Ética corporativa?



¿Tienen ética las corporaciones? Debido, quizás, a que nos han enseñado que las empresas son personas (personas jurídicas) muchos hablan de la existencia de una ética de la empresa que puede diferenciarse, a través del estudio de esta, de los principios éticos de las personas que la dirigen y/o conforman.

Según mi experiencia hablar de una ética empresarial es forzar la analogía hasta el límite. Esta analogía nace de las similitudes que podemos hallar entre dos sistemas abiertos según la definición que de ellos hace la Teoría General de los Sistemas enunciada, originalmente, por Ludwig von Bertalanffy, según la cual podemos distinguir dos tipos generales de sistemas, Los sistemas abstractos, como por ejemplo los estudiados por la física, y los sistemas concretos, los que existen dentro de lo real.

A su vez los sistemas concretos pueden dividirse en sistemas cerrados y sistemas abiertos, estos últimos se identifican por presentar determinadas características que están ausentes en los sistemas cerrados, estas características son la autorrestauración y el automantenimiento, la autoorientación, la autodirección, y/o la autoorganización y la autodiferenciación.

Dado que dos sistemas abiertos presentarán estas características independientemente de su naturaleza es posible establecer analogías entre ellos, decir, por ejemplo, que una empresa es como un ser humano, que una empresa piensa, vive, crece, se alimenta, etc. de manera similar a una persona. Podemos decir que las empresas poseen cierta personalidad, carácter, temperamento… personalizamos a las empresas, les damos características humanas dejándonos llevar por la analogía y nuestra tendencia a personalizar cosas (personalizamos nuestros autos y otras posesiones aún cuando no sean sistemas abiertos) y eso nos lleva a la creencia de que puede existir una ética empresarial.

Lo que yo creo es que puede detectarse una resultante ética de acuerdo al comportamiento demostrado por las corporaciones, más no una ética real. Tampoco podemos decir que esa resultante provenga de la suma o sinergia de la ética de cada una de las personas que componen la empresa ya que la experiencia nos demuestra que un grupo de personas éticas pueden tomar decisiones reñidas con la moral si estas convienen a los fines de la empresa, corporación u organización.

El episodio ocurrido en el año de 1.986 en la ciudad de Azul, provincia de Buenos Aires, Argentina ejemplifica esto. Dos laboratorios farmacéuticos deciden probar, en un ensayo a campo, la efectividad contra la rabia de una vacuna nacida de la manipulación genética que se llamó vaccinia-rabia. Este experimento se realizó sin el conocimiento de las autoridades argentinas ni de las autoridades de la ciudad donde se llevó a cabo y tampoco se realizó en un ambiente controlado. Las vacas que fueron inoculadas con la vacuna fueron ordeñadas por peones que luego usaron parte de esa leche vendiendo el resto en la población (para más datos les remito a este excelente artículo publicado en la web del Círculo Médico de la ciudad de Rosario).

Este experimento sale a la luz porque uno de los investigadores que empleaba una de las empresas denunció el hecho a las autoridades argentinas, siendo despedido por la empresa, el empleado decidió seguir sus principios éticos pero la empresa no responde a ningún principio de esta clase sino a sus intereses y la ética de este empleado chocó contra esos intereses, transformándose, entonces, en no apto para trabajar en la empresa.

Seguramente sus compañeros y amigos, aquellos que trabajaban con él, le vieron como un traidor, ya que parte de nuestros principios éticos nos hacen leales los unos con los otros a la vez que con objetivos e ideales superiores. Mucha gente ética que trabajaba en esas empresas no habló porque consideró que lo que hacían estaba bien, justificado por esa lealtad a los objetivos de las empresas para las cuales trabajaban.

Casos como el de Azul, que parece un episodio de “La Hora 11”, se repiten diariamente en todo el mundo. Muchas empresas poseen comportamientos que, de tenerlo una persona, serían penables, pero al difuminarse dentro de la estructura corporativa se despenaliza aunque pueda dar lugar a causas penales.

Un ejemplo de esto es que se vendan autos con defectos de seguridad pasiva. La decisión de vender o no vender el auto no procede de un análisis en busca de la decisión más ética, sino de la más correcta desde el punto de vista económico. Dicho de otra forma, si el monto económico de las demandas que la empresa pueda sufrir es menor que los beneficios que pueden obtenerse y menor que los costos que generaría corregir esos defectos, la decisión tiende a ser “se fabrica y se vende”.

La preponderancia de los costos y de la necesidad de obtener beneficios a la hora de tomar decisiones aleja a la empresa de cualquier principio ético, dicho de otra forma, la decisión más acertada es la que produce más beneficios al corto plazo. Empresas y corporaciones tienen que ser obligadas por ley para no contaminar, por ejemplo, mientras que un comportamiento ético nos indicaría preocuparnos por la explotación racional de los recursos naturales.

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