
John Stossel, en su artículo llamado “Odio a la libre empresa” se muestra contrario a las leyes que impiden a una persona vender sus órganos, más específicamente, sus riñones y da razones por las cuales esto debería permitirse. Cuando un periodista del calibre de John Stossel habla uno puede coincidir con su línea de pensamiento u oponerse a ella, más jamás puede quedarse indiferente. Las jinetas que ha conseguido a lo largo de su carrera dan autoridad a su palabra por lo que es del tipo de gente que genera corrientes de opinión y por lo tanto es válido no solo leer el artículo, sino analizar las razones que esgrime para llegar a las conclusión, o conclusiones, que mantiene.
Leyendo el artículo al que hago referencia en el párrafo anterior, encuentro que Stossel afirma que “El hambre ha desaparecido casi de los países en los que la propiedad privada y la libertad económica están permitidas. El libre mercado ha sacado a más gente de la pobreza de la que el Gobierno ha rescatado nunca” (sic).
Estas dos afirmaciones me sorprenden de sobremanera, primero porque no son ciertas. El libre mercado se caracteriza por permitir la concentración de la riqueza en favor de las capas sociales económicamente más poderosas en desmedro de las demás y hay datos de esto que pueden ser conseguidos y consultados por cualquier lector más o menos avisado. Tomando como ejemplo a la Argentina de Menem, cuando imperaron las reglas del libre mercado a rajatabla y se tuvo como resultado un aumento de la pobreza y del hambre, como el propio EE.UU. donde unos 50 millones de habitantes no tienen seguro social y más de 16 millones están en la pobreza extrema. La segunda aseveración también es falsa porque aunque existen ciertos datos que indican que el hambre se está reduciendo a un ritmo poco menos que risible en el mundo la pobre reducción que se reporta se debe más a la acción de los gobiernos que a la acción del libre mercado.
En el mismo artículo dice “¿Por qué es "radical" vender un órgano? La prohibición de la venta de riñones mata a miles de personas cada año. Es eso lo que debería considerarse "radical" (sic). Otra aseveración falsa. Lo que mata a miles de personas cada año no es la prohibición de la venta, es la enfermedad. Tampoco es cierto que la venta de riñones sea la única posibilidad de paliar o evitar estas muertes, la donación de órganos es la otra.
También afirma que “La Fundación Nacional del Riñón teme que los pobres puedan ser "explotados". ¿Pero qué les da el derecho a decidir por los pobres? El pobre es tan capaz como los demás de decidir qué intercambios va a realizar en la vida” (sic). Lamentablemente esta afirmación peca de no tener en cuenta que ser pobre y pasar hambre condiciona el tipo de decisiones que uno toma. Es como estar en un barco que naufraga, cada decisión que tomemos estará destinada a prolongar un poco nuestra vida, por esa razón muchos viajeros del Titanic saltaron a las aguas heladas del mar donde murieron de hipotermia o ahogados en lugar de hundirse en el paquebote.
Para que se tenga el poder de tomar decisiones libremente uno ha de tener la oportunidad de elegir libremente. Si a una persona pobre le dan a elegir entre trabajar para comer, o vender su riñón para comer, elegiría trabajar en la mayoría de los casos, sino en todos. Pero los pobres no tienen esa opción, su abanico de elección estaría circunscripto a vender su riñón para comer o seguir muriéndose de hambre, y eso abre el camino a la explotación del hombre por parte del hombre ya que no sería raro que los pobres comenzaran a ser considerados casi como receptáculos de los órganos que las personas con medios de adquirirlos pueden utilizar en el futuro para prolongar sus vidas.
La nota periodística termina, como ha de ser para aumentar su impacto, con una denuncia testimonial y emotiva recogida por Stossel: Como me decía un paciente renal antes de morir, "los médicos ganan dinero, los hospitales ganan dinero, las organizaciones de donación de órganos ganan dinero. Todo el mundo gana algo, ¡excepto el donante!”.
Lo extraño de esta denuncia es que en los EE.UU. no existe un servicio de atención de la salud universal y eso provoca que todos los cuidados y servicios médicos hagan ganar dinero a alguien, ya sea ese alguien un médico, una organización, un hospital, una compañía farmacéutica, la razón por la cual no existe un sistema de atención universal de la salud está fundamentada por el libre mercado y la libre empresa y el libre mercado y la libre empresa son dos de las cosas que defiende Stossel en su artículo.
También existe el problema del tráfico de órganos, y casos donde el receptor del órgano pagó por el órgano una cantidad 10 veces mayor que la recibida por el donante.
La salida a este problema no es como propone John Stossel permitir el libre comercio de los órganos humanos sino el fomentar en la gente el deseo de donar sus órganos al morir. Es la falta de donantes el problema que ha de solucionarse, ya que la otra salida transformaría a los pobres en ganado de los pudientes aún cuando se maneje la tesis de la “libertad de decidir” que tienen los pobres respecto a su futuro cuando antes, mucho antes, hay que darles la libertad de elegir.
Leyendo el artículo al que hago referencia en el párrafo anterior, encuentro que Stossel afirma que “El hambre ha desaparecido casi de los países en los que la propiedad privada y la libertad económica están permitidas. El libre mercado ha sacado a más gente de la pobreza de la que el Gobierno ha rescatado nunca” (sic).
Estas dos afirmaciones me sorprenden de sobremanera, primero porque no son ciertas. El libre mercado se caracteriza por permitir la concentración de la riqueza en favor de las capas sociales económicamente más poderosas en desmedro de las demás y hay datos de esto que pueden ser conseguidos y consultados por cualquier lector más o menos avisado. Tomando como ejemplo a la Argentina de Menem, cuando imperaron las reglas del libre mercado a rajatabla y se tuvo como resultado un aumento de la pobreza y del hambre, como el propio EE.UU. donde unos 50 millones de habitantes no tienen seguro social y más de 16 millones están en la pobreza extrema. La segunda aseveración también es falsa porque aunque existen ciertos datos que indican que el hambre se está reduciendo a un ritmo poco menos que risible en el mundo la pobre reducción que se reporta se debe más a la acción de los gobiernos que a la acción del libre mercado.
En el mismo artículo dice “¿Por qué es "radical" vender un órgano? La prohibición de la venta de riñones mata a miles de personas cada año. Es eso lo que debería considerarse "radical" (sic). Otra aseveración falsa. Lo que mata a miles de personas cada año no es la prohibición de la venta, es la enfermedad. Tampoco es cierto que la venta de riñones sea la única posibilidad de paliar o evitar estas muertes, la donación de órganos es la otra.
También afirma que “La Fundación Nacional del Riñón teme que los pobres puedan ser "explotados". ¿Pero qué les da el derecho a decidir por los pobres? El pobre es tan capaz como los demás de decidir qué intercambios va a realizar en la vida” (sic). Lamentablemente esta afirmación peca de no tener en cuenta que ser pobre y pasar hambre condiciona el tipo de decisiones que uno toma. Es como estar en un barco que naufraga, cada decisión que tomemos estará destinada a prolongar un poco nuestra vida, por esa razón muchos viajeros del Titanic saltaron a las aguas heladas del mar donde murieron de hipotermia o ahogados en lugar de hundirse en el paquebote.
Para que se tenga el poder de tomar decisiones libremente uno ha de tener la oportunidad de elegir libremente. Si a una persona pobre le dan a elegir entre trabajar para comer, o vender su riñón para comer, elegiría trabajar en la mayoría de los casos, sino en todos. Pero los pobres no tienen esa opción, su abanico de elección estaría circunscripto a vender su riñón para comer o seguir muriéndose de hambre, y eso abre el camino a la explotación del hombre por parte del hombre ya que no sería raro que los pobres comenzaran a ser considerados casi como receptáculos de los órganos que las personas con medios de adquirirlos pueden utilizar en el futuro para prolongar sus vidas.
La nota periodística termina, como ha de ser para aumentar su impacto, con una denuncia testimonial y emotiva recogida por Stossel: Como me decía un paciente renal antes de morir, "los médicos ganan dinero, los hospitales ganan dinero, las organizaciones de donación de órganos ganan dinero. Todo el mundo gana algo, ¡excepto el donante!”.
Lo extraño de esta denuncia es que en los EE.UU. no existe un servicio de atención de la salud universal y eso provoca que todos los cuidados y servicios médicos hagan ganar dinero a alguien, ya sea ese alguien un médico, una organización, un hospital, una compañía farmacéutica, la razón por la cual no existe un sistema de atención universal de la salud está fundamentada por el libre mercado y la libre empresa y el libre mercado y la libre empresa son dos de las cosas que defiende Stossel en su artículo.
También existe el problema del tráfico de órganos, y casos donde el receptor del órgano pagó por el órgano una cantidad 10 veces mayor que la recibida por el donante.
La salida a este problema no es como propone John Stossel permitir el libre comercio de los órganos humanos sino el fomentar en la gente el deseo de donar sus órganos al morir. Es la falta de donantes el problema que ha de solucionarse, ya que la otra salida transformaría a los pobres en ganado de los pudientes aún cuando se maneje la tesis de la “libertad de decidir” que tienen los pobres respecto a su futuro cuando antes, mucho antes, hay que darles la libertad de elegir.